Viernes 27 de Mayo de 2022 | Matutina para Adolescentes | Primera ejecución de una bruja

Primera ejecución de una bruja

“El Señor le dijo a Caín: ‘¿Dónde está tu hermano Abel?’ y él respondió: ‘Nolo sé. ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?’ ” (Génesis 4:9, RVC).

En este día de 1647, tuvo lugar en Salem, Massachusetts, la primera ejecución de una bruja de la que se tiene constancia en los Estados Unidos. A muchos les resulta difícil comprender que haya sucedido algo así en ese país. En el siglo que llevó a sus padres fundadores a establecer las libertades y los derechos que ahora se dan por sentados, el país aprendió mucho sobre lo que significa ser el guardián de nuestros hermanos.

Los juicios a las brujas de Salem formaron parte de un notorio episodio de la historia colonial de Nueva Inglaterra, que condujo a la ejecución de catorce mujeres y seis hombres acusados de brujería. Los juicios se iniciaron a raíz del extraño e inexplicable comportamiento de dos jóvenes aquejadas de violentas convulsiones y extraños ataques que, aparentemente, las incapacitaban para ver, oír o hablar. Tras un examen médico y una revisión por parte de predicadores puritanos, las niñas fueron juzgadas como víctimas de brujería.

Ese verano, en la histeria resultante, casi 200 personas fueron acusadas de brujería y encarceladas. Aunque los juicios a las brujas de Salem se han presentado como ejemplos del celo religioso en Nueva Inglaterra, no eran una parte normal de la vida en el resto de las colonias norteamericanas. Las acusaciones de brujería eran mucho más comunes en Europa durante este período, especialmente en Alemania y en Suiza. Entre los siglos XIV y XVIII, unas 110.000 personas fueron juzgadas por brujería en Europa, y entre 40.000 y 60.000 fueron ejecutadas. En cambio, las únicas ejecuciones en la Norteamérica colonial fueron las veinte que tuvieron lugar durante los sensacionalistas juicios de Salem.

Pensamos los juicios a las brujas de Salem y sacudimos la cabeza ante las acusaciones reaccionarias de la gente del pueblo, que derivaban del extraño comportamiento de las jóvenes. Entraron en pánico porque no podían explicar lo que veían. También se hace evidente el débil sistema legal de ­Massachusetts, que se basaba en testimonios de oídas, fomentaba las acusaciones y no ofrecía ninguna posibilidad de defensa.

Ahora que disfrutamos de un sistema legal que, a pesar de sus defectos, protege contra la histeria a gran escala, ¿seguimos el ejemplo de los cazadores de brujas? ¿Juzgamos a las personas antes de conocer toda la historia? ¿Dependemos de los testimonios de oídas? ¿O nos tomamos en serio nuestro deber de cuidar a nuestros hermanos, y nos tratamos con respeto, lógica y verdadera justicia?

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