El discipulador
“Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros” (2 Timoteo 2:2).
Pablo se presenta con los títulos de heraldo, apóstol y maestro. Heraldo, por cuanto su obligación es proclamar los mandatos del que representa; apóstol, porque ha sido llamado, establecido y enviado por Dios; y maestro, porque tiene que enseñar a aquellos para quienes ha sido designado.
La historia de Timoteo y de Tito y la de la cadena de reproducción espiritual iniciada en el apóstol, y continuada por Aquila, Priscila, Apolos y los creyentes fortalecidos de Acaya, muestran en la práctica la teoría de la concepción paulina sobre los dones del Espíritu e ilustran lo que el apóstol entiende y vive en relación con la comisión de hacer discípulos. Pablo no era un solitario evangelista, sino el comandante de un grande y creciente círculo de misioneros.
Pablo entendió también que no solo él como apóstol sino también todos los apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros son depositarios de dones que Dios dio a la iglesia. Además, entendió que el propósito por el cual fueron enviados es equipar, entrenar y disciplinar a los creyentes para el crecimiento de la iglesia y el cumplimiento de la misión. Estos ministerios fueron provistos por Dios a fin de preparar al pueblo para el cumplimiento del ministerio, el de ser y hacer más pueblo de Dios.
El discipulado en Marcos es proclamar el evangelio como un heraldo. En Lucas y Hechos, se necesita un testigo, que testifica de su encuentro con Cristo. Para Juan, se necesita un enviado. El envío del Hijo por parte del Padre es único. Solo Cristo podía, con vida propia y sin pecado, dar la vida por el pecador. Y, a raíz de ese envío, los creyentes son incorporados como extensión y enviados al mundo. En Mateo, Jesús usa el verbo imperativo de hacer discípulos a todas las naciones yendo, enseñando, bautizando y formando discípulos reproductivos de otros creyentes y de otros discípulos.
Bien decía Billy Graham: “La salvación es de gracia, el discipulado cuesta todo”. Hacer discípulos no es un optativo declarativo; es un mandato imperativo del Señor.
¡Vivamos como discípulos para hacer más discípulos!