Virtudes de la mujer cristiana – II
“No se preocupen por lo que han de comer o beber para vivir, ni por la ropa que necesitan para el cuerpo. ¿No vale la vida más que la comida y el cuerpo más que la ropa?” (Mat. 6:25).
Las presiones cotidianas de la mujer de hoy son interminables. El tiempo no nos alcanza para hacer todo lo que queremos abarcar; y las tareas parecen no concluir nunca. Esto provoca en algunos casos estrés, ansiedad y depresión. La solución humana es echar mano de una píldora y seguir el camino, porque el mundo no se detiene. La prisa nos empuja, el trabajo se amontona y el agobio que sufre nuestro cuerpo como consecuencia del estrés, clama a nosotras diciendo: “¡Detente! ¡Detente!”
Detente justo ahí, a los pies de Jesús; baja tu cántaro, toca su manto y descansa. La oración de un corazón de mujer, el llanto impotente por no poder hacer todo lo que deseas y la angustia por no saber conducir el hogar son clamores que Jesús, como Padre amante, comprende a la perfección. Llévalos a él; entrégale tu carga. Hacer esto es una característica de la mujer virtuosa que ama a Dios sobre todas las cosas.
La mujer virtuosa cuida su relación con Dios para desarrollar una relación óptima con ella misma. El cultivo de tus virtudes espirituales incluye reflexión en el cuidado de Dios, oración personal e intercesora, y meditación a través de la lectura de la Biblia. Todo esto, a los pies de Jesús, producirá en ti paz.
- Es bueno que ejercites tu cuerpo de forma regular, pero lo es más, que ejercites tu espíritu en compañía de Dios todos los días.
- Es bueno que bebas suficiente agua para tener tu organismo hidratado, pero lo es más que abreves de la fuente de vida eterna para que tu espíritu esté pleno.
- Es bueno que tu vestido luzca pulcro y de buen gusto, pero lo es más que cuides tus pensamientos, emociones y sentimientos.
- Es bueno que comas alimentos saludables, pero lo es más que alimentes tu fe.
- Es bueno que ocupes tu tiempo libre en entretenimientos sanos y sencillos, pero lo es más que dediques tiempo a escudriñar las Escrituras.
- Es bueno que cultives amistades humanas, pero lo es más que cultives un estrecho compañerismo con tu Padre celestial.