Duke
“Si tuviereis fe como un grano de mostaza, […] nada os será imposible” (Mateo 17:20).
Cada mañana me levanto rápido pues quiero ver la fiesta que hace Duke cuando me ve. Si le pongo agua y comida, ¡hasta me lame las manos!
Hacía tiempo, mucho tiempo, que quería un cocker. Es una raza que me encanta, con sus orejas largas y sus dulces ojos. Pero me había prometido a mí misma que no lo compraría. Esperaría a adoptar uno que realmente necesitase de mí, tanto como yo de él.
Un día apareció una foto de un perrito blanco y marroncito claro en adopción. ¿Podría ser? Estaba medio borrosa. Concreté el encuentro y cuando lo vi, ¡fue amor a primera vista! Era cariñoso y tímido. Le pregunté a sus dueños cómo se llamaba y me respondieron: “Duke”; y Duke, pues, quedó. Ya ha viajado con nosotros por todos lados. Duerme mucho y le encanta andar en auto. Todos los que lo conocen lo aman, especialmente mis cuatro nietitos.
Un día teníamos que hacerle un estudio en el que debían sacarle sangre, para poder llevarlo a otro país. Al regresar a casa necesitaba cariño, pues estaba dolorido por la pinchadura de aguja; pero lamentablemente teníamos que salir rápido pues teníamos un compromiso. ¿Qué pasó? Duke se escapó. Al regresar a casa y no verlo… ya imaginarán nuestra tristeza.
Esa noche lo buscamos hasta las tres de la mañana. Dormimos un par de horas y a las seis volvimos a salir. Preguntando y preguntando por todos lados si lo habían visto, un veterinario de la zona me dijo que ponga el anuncio de “perdido” en las redes sociales. Luego, él mismo me ayudó a hacerlo.
Mi esposo ya había preparado cartelitos con la foto de Duke, y mis ojos estaban muy hinchados de tanto llorar. Simplemente me reprochaba haberlo dejado. Él había ido detrás de nosotros y no supo cómo regresar. Orábamos pero no aparecía. Pasaron casi doce horas y nos enviaron un mensaje diciendo que en una dirección alguien había visto un perrito parecido al de la foto publicada. Fuimos volando a esa dirección. Miré, pero no vi nada. Llamé, y nada. En eso apareció, entre las plantas del jardín, ¡allí estaba nuestro Duke! ¡Cómo lo abracé! ¡Qué encuentro fue ese!
¡Amo a Dios tanto! Me permitió recuperar a Duke, aunque mi fe era tan pequeña como un grano de mostaza. Recuerdo que oraba: “Señor, aumenta mi fe”. Haz tuya esa oración hoy también. Mirta