Castillos
“Diré al Señor: ‘Esperanza mía y castillo mío, mi Dios, en quien confío’ ” (Salmo 91:2).
Si eres una niña, quizá alguna vez hayas soñado con ser la princesa de un castillo. De niña, una de mis hijas se disfrazaba de princesa y era muy gracioso verla jugar en su castillo desde donde cualquier peligro u obstáculo podría ser afrontado. Estaba también “su noble corcel” llamado Azabache (hecho con una media y un palo de escoba). Este caballo era veloz y podía llevarla por el mundo.
Los castillos causan fascinación hasta hoy. En la antigüedad, estas verdaderas fortalezas estaban rodeadas por lagos. El único acceso era un puente que solía ser levadizo, y eso aislaba la entrada a cualquiera que quisiera asaltarlo. Algunas de estas enormes y estupendas construcciones duraron decenas de años. Uno de los castillos más antiguos que se conocen, habitados hasta hoy en día, es el de Windsor, cerca de Londres, en Inglaterra. ¡Tiene novecientos años! Otros ya no son habitables y los han convertido en grandiosos museos, dignos de ser visitados.
Otro aspecto que debían tener en cuenta era el material que se utilizaba en la construcción. ¿Te imaginas un castillo de madera? No, ¿verdad? Podía incendiarse fácilmente. Generalmente eran de piedra ya que daba más protección. Si el noble o rey era suficientemente rico podía hacer paredes tan altas y tan gruesas como quisiera. A lo largo de los años, el diseño de los castillos cambió y se comenzaron a construir castillos con murallas dobles. Se lo llamaba “cortinas de piedra”. Si los atacantes rompían la pared exterior, podían pasarse tras la muralla interior. Con frecuencia la interior era más alta que la exterior, de tal manera que dos filas de arqueros podían disparar flechas al enemigo.
La vida en un castillo era como la de un pequeño pueblo, con sus propios carpinteros, herreros, cocineras y caballeros armados. Y todos eran protegidos dentro del castillo por su señor. Tal vez por eso la Biblia compara a Dios con un castillo confiable y seguro. Una fortaleza que te puede proteger del enemigo que acecha.
Dios es nuestro castillo fuerte y él te da protección y cuidado diariamente. ¡A no temer jamás! ¡Refúgiate bajo su amparo con humildad y reverencia, pues él es tu fortaleza!
Mirta