Integridad en el mundo
“A nadie hemos ofendido, a nadie hemos corrompido, de nadie hemos tomado ventaja” (2 Corintios 7:2 u.p.).
Con mi familia nos gusta mucho ver documentales de diversas partes del mundo. Los diferentes paisajes, comidas y vestimentas son curiosos e interesantes de ver, por supuesto; pero lo que más me llama la atención es aprender acerca de las costumbres distintas, la forma de vivir en cada país o región.
Relacionadas con el tema de la integridad, hay costumbres diferentes alrededor del mundo. ¿Sabías, por ejemplo, que en algunos países como Arabia Saudita existe la posibilidad de que le corten la mano a un ladrón? De hecho, todavía se practica, aunque no es tan común como antes. ¡Qué terrible! Como te podrás imaginar, los robos no son muy frecuentes, pues el temor al castigo es lo que impide que la gente realice actos deshonestos. Hay otros lugares del mundo, sin embargo, donde la honestidad es la norma. Las personas actúan con integridad no porque alguien las castigará si no lo hacen, sino porque han sido educadas para respetar lo que es del otro, sin dudar ni por un instante. En Japón, por ejemplo, es común que haya estacionamientos donde no siempre hay cuidadores. Cuando alguien tiene que sacar su automóvil y no hay cuidador para pagarle, simplemente pone el dinero en una cajita. ¿Podría sacar su auto sin pagar? ¡Claro que sí! Pero no ensuciaría su buen nombre jamás de esa manera. No vale la pena.
En otras partes del mundo, por ejemplo en algunas zonas de campo en Europa, es común hacer negocios sobre la base de la honestidad. ¿Cómo funciona? Un productor deja, por ejemplo, miel en diferentes recipientes a la entrada de su casa, con el precio de cada uno puesto. Y deja también un frasco o cofrecito para que la gente, simplemente, ¡saque la miel y deje el dinero!
Te cuento que mis hijas están entusiasmadas con hacer la prueba en nuestro barrio. ¿Crees que funcionará? ¿Funcionaría este método en tu vecindario? Lo que es más importante, ¿serías tú completamente honesto?
Dios requiere de nosotros integridad en nuestras acciones, no por temor al castigo, sino porque lo amamos y, como cristianos, actuamos con honestidad en todo lo que hacemos. El apóstol Pablo les escribió a los corintios: “A nadie hemos ofendido, a nadie hemos corrompido, de nadie hemos tomado ventaja” (2 Cor. 7:2). Que puedas hacer tuyas estas palabras también.
Cinthya
