David y Mical
“David iba vestido con un efod de lino, y danzaba con todas sus fuerzas, y tanto él como todos los israelitas llevaban el arca del Señor entre gritos de alegría y toque de trompetas” (2 Samuel 6:14, 15).
David y Mical nos enseñan dos estilos de reaccionar ante la presencia de Dios. En esta historia, David reaccionó con gozo, y Mical, con indiferencia. Cuando David se dio cuenta de las bendiciones en el hogar de Obed-edom gracias a que cuidó el arca, decidió que era el momento indicado de trasladarla a Jerusalén. Organizó una fiesta de adoración a Dios con sacrificios, música y comida: panes de dátiles y panes de pasas.
La alegría genuina de David era tan desbordante que empezó a danzar de alegría. Cuando su esposa Mical, la hija de Saúl, lo vio a la distancia, pensó que David se estaba humillando. Mical ni siquiera asistió a esta festividad. Su actitud fue indiferente. La lección de este incidente tiene que ver con cómo reaccionamos ante la presencia de Dios: ¿Nos alegramos, o nos pesa asistir al templo?
Todos podemos coincidir en que hacer ruidos, comer en el templo, ver videos en algún dispositivo o estar chateando a través del celular son muestras de irreverencia. Pero también hay otras formas de irreverencia más sutiles. Por ejemplo: dormir en la banca mientras el predicador habla, divagar en nuestros pensamientos o salir un poco antes del templo para evitar el contacto con los adoradores.
Dios anhela que lo adoremos en espíritu y en verdad. Esto implica la conexión entre nuestra mente y corazón, que se demuestra en acciones. ¿Sabes dónde comienzan estas actitudes de reverencia y adoración? ¡Sí, en casa!
Si buscamos a Dios cada día en casa a través del canto, la oración y la lectura de la Biblia, nuestra adoración semanal en el templo será una continuación de lo que ya hacemos día a día de manera individual y en familia.