Sin tiempo amarillo
Jehová se me manifestó hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por eso, te prolongué mi misericordia. Jeremías 31:3.
El poeta Miguel Hernández, pensando en un futuro descolorido, escribió: “Algún día se pondrá el tiempo amarillo sobre mi fotografía”. Es una frase en la que he pensado muchas veces cuando reviso las viejas diapositivas o fotos de mi colección. Ropa, peinados, posiciones y aspectos que en otra época resultaban actuales, se han tornado antiguos ante mi mirada. Sin duda que el tiempo no solo amarillea las imágenes sino los recuerdos, e incluso los sentimientos… y la personas. Pienso en amigos que se prometieron amor eterno y cuyas vidas discurren ajenas y, en ocasiones, enfrentadas. Pienso en maestros que florecían con datos y métodos, que tienen miradas oscurecidas por las cataratas del olvido. Pienso en fogosos pastores y evangelistas, laicos activos y comprometidos, que se apagan poco a poco, momento a momento. Fotografías amarillas de otra vida.
Pero Dios no es como los hombres.
Las fotos del Señor no amarillean con el tiempo. Hace ya muchos siglos que se manifestó y no ha cambiado su discurso: “Te amo con un amor que permanecerá para siempre, por eso te sigo siendo fiel”. Lo sé, es muy difícil de comprender por qué no funcionamos así, por qué perdemos el color de la esperanza y confundimos el amor con la pasión. La pasión es fugaz, pero el amor de Dios permanece constantemente. Él, sin embargo, puede poner en nuestros matrimonios esa relación que los hace perdurables, puede mantener los conceptos adecuados en nuestra mente y perpetuar la energía de la misión en todo nuestro ser. Solo él puede retornar el color a nuestra existencia.
Jeremías conocía como nadie lo que podía ser una vida complicada, pero venció la depresión y el desencanto que le producían las presiones sociales. Jeremías fue un hombre que mantuvo su identidad gracias a su confianza en ese amor divino que lo había seducido desde su juventud. Fue un ejemplo a seguir.
Hoy es un buen día para que reflexiones sobre la ternura de Dios hacia ti, la fidelidad con la que se nos presenta siempre. ¿Por qué no hacer una lista de todas aquellas cosas que han sido una bendición en nuestra vida? ¿Por qué no colocar esa lista en un lugar visible de nuestro hogar? Quizá junto a los imanes de la nevera… ¿Por qué no comentarla con los tuyos y sugerirles que añadan nuevos recuerdos a esa lista? Quizá sea el principio de un enfoque distinto del tiempo, un principio de los colores de la eternidad. ¿Por qué no?