La gloria del nuevo templo
“Este segundo templo será más hermoso que el primero. Entonces haré que haya paz en este lugar. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo” (Hageo 2:9).
A pesar de todas las dificultades que habían enfrentado los israelitas, llegó el día en que se completó la reconstrucción del templo. Evidentemente el nuevo templo no se comparaba al esplendor del templo edificado por Salomón. Por esa razón, muchas personas se lamentaron cuando lo vieron terminado.
El profeta Hageo se dirige a ese grupo de personas desanimadas y les dice: “Los que vieron el otro templo en todo su esplendor, digan qué les parece este que ahora tenemos. ¿No les parece que no vale nada comparado con aquel otro?” (2:3). Efectivamente, el templo anterior era mejor en belleza, amplitud y materiales que lo componían, pero el profeta les pide que cobren ánimo porque algo mejor estaba por ocurrir.
El nuevo templo no debía destacarse por los materiales o el esplendor, tampoco por los ritos, sino por la transformación en la manera de vivir de las personas que adoraron a Dios allí. Este templo sería de mayor importancia, porque justo ahí sería presentado Jesús, años más tarde, cuando viniera a esta tierra.
Hageo dice: “Haré temblar a todas las naciones; vendrá el Deseado de todas las naciones y llenaré de gloria esta Casa, ha dicho Jehová de los ejércitos” (vers. 7, RVR 95). El “Deseado de todas las naciones” no era ni más ni menos que Jesús. Y el resultado de su presencia sería la paz: “Este segundo templo será más hermoso que el primero. Entonces haré que haya paz en este lugar. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo” (vers. 9).
Como ves, la importancia del segundo templo no dependía de su belleza exterior, sino de lo que iba a suceder en el corazón de los adoradores. Jesús, el “Deseado de todas las naciones”, puede llenar el vacío del corazón de cada persona, solo en él encontramos salvación.
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