No desperdicies el agua de tu pozo
“Calma tu sed con el agua que brota de tu propio pozo. No derrames el agua de tu manantial; no la desperdicies derramándola por la calle” (Prov. 5:15, 16).
Agobiada, tratando de justificar su conducta, retorciendo sus dedos y con un sentido de culpabilidad que la desbordaba, estaba sentada frente a mí. La escuché en silencio y solo pude ofrecer mi empatía frente a su dolor y su angustia. Se pasó la mano por la frente, como tratando de olvidar las circunstancias que la llevaron a tener una aventura extramarital. En algún momento dejó de estar alerta, presionada por las dificultades que enfrentaba en su relación matrimonial.
El adulterio, contrariamente a lo que muchos piensan, es también un pecado en el que caen las mujeres; y sus resultados son igual de devastadores, o incluso más, que el adulterio masculino. Los expertos en relaciones de pareja afirman que lo que busca una mujer en una relación extramarital es básicamente la intimidad y el amor que no encuentran en su esposo.
El corazón de una mujer anhela amar y sentirse amado. Si esta necesidad es desatendida por su marido, ella puede sentirse vulnerable. Resultaría caótico que buscara satisfacción de esta necesidad en otra persona; eso siempre es un error.
Mujer casada, si tu relación matrimonial se ha vuelto fría, no uses esto como excusa para divagar en fantasías románticas con alguien que no es tu esposo. Tampoco te escudes en eso para aceptar galanteos de otros varones; lo que cosecharás finalmente será una conciencia culpable, además de dolor emocional y rechazo social. Sé honesta; si tu matrimonio ha perdido romanticismo, reclámalo a tu esposo, y toma en cuenta que tú eres la otra parte, por lo que deben recuperarlo juntos. Cuida tu corazón y pon límites a tus pensamientos; no juegues con la tentación pensando que es algo trivial y sin importancia. Puede ser que, sin darte cuenta, estés cavando la tumba de tu dignidad personal y el final de tu matrimonio.
El proverbista dice: “Calma tu sed con el agua que brota de tu propio pozo” (Prov. 5:15). Es en tu matrimonio donde puedes, en libertad, pedir y dar amor. Vive fiel a tus convicciones y a los votos matrimoniales que nacieron de tu corazón enamorado el día de tu boda. No permitas que tus defensas espirituales se desgasten en el trajín de la vida. Dios conoce tu corazón y, cuando te sientas débil, estará allí para ser tu escudo y tu fortaleza.