Una esposa a la medida
“Después, el Señor Dios dijo: ‘No es bueno que el hombre esté solo. Haré una ayuda ideal para él’ ” (Génesis 2:18).
El día para abordar el crucero se acercaba, los últimos preparativos se hacían con diligencia, aunque en realidad, ella nunca había subido a un barco. No sé si estaba emocionada o sentía miedo por la aventura. Lo cierto es que estaba fírme en su decisión de seguir a su esposo y al Dios verdadero. Vivía en una tierra donde las mujeres habían corrompido el corazón de sus esposos y familias enteras habían construido dioses de diversos materiales.
Muy poco se habla de ella. La tradición judía le da el nombre de Naama y, aunque este nombre no se menciona en la Biblia, ella fue la esposa de Noé. Su sabia decisión, como esposa y madre, merece nuestra reflexión hoy. Ella tuvo que educar a sus hijos en medio de corrientes contrarias, trampas mundanales y bajas pasiones. ¿Te suena familiar? ¿Puedes imaginar lo que ella sentía cuando la gente le decía que su esposo estaba loco y que era un fanático? Y, a pesar de todo, puedo verla apoyándolo, alentándolo y ayudando en el proyecto.
No es un secreto que el papel de la mujer es de vital importancia en un hogar y ella tenía dos opciones: seguir su lógica de que era improbable que cayera agua del cielo o creerle a Dios. Se decidió por lo segundo, pero nada de su heroico y silencioso trabajo hubiera sido posible si no hubiera ejercido una gran fe.
Se puede ver el papel de una mujer que se sabía creada para ser ayuda idónea de su esposo. No tenía idea de lo que significaba un diluvio, pero creyó, sin ver, y su pago fue la preservación de su vida e hijos. La mejor obra misionera que hizo esta mujer fue en su propia familia.
Vivimos en un mundo no muy distinto al de los antediluvianos, pues el corazón de los hombres es de continuo solamente el mal. La decadencia de la Tierra y el alejamiento del ser creado de su Creador es cada vez más palpable. Dios nos creó a su imagen para reflejar su amor y su carácter, pero la humanidad está lejos de reflejar esas virtudes. Ahora no predicamos de un diluvio, pero sí de la segunda venida de Jesús. Muchos se burlan, otros no creen que sea posible. ¿Cuál es tu postura ante la promesa hecha por Dios? ¿Le crees? ¿Estás preparando a tu familia para ese viaje maravilloso que ya no será por aguas, sino por el aire, rumbo a la Canaán celestial? Querida amiga, oremos hoy para ser fuertes, sabias y mantener firme a nuestra familia.