
Segunda opinión
“En ningún otro hay salvación, porque en todo el mundo Dios no nos ha dado otra persona por la cual podamos salvarnos” (Hech. 4:12)
José y Carla tomaron la decisión de disfrutar de unas vacaciones en una región remota de Australia. Mientras acampaban, José fue mordido por una serpiente venenosa. Sin conocer la especie de serpiente, se apresuraron a dirigirse al pueblo más cercano. Un médico examinó la herida y pronunció el veredicto fatídico: “Ha sido mordido por la serpiente más peligrosa de esta zona del país, y el veneno es mortal. Sin el tratamiento adecuado, le queda menos de una hora de vida”.
“¿Cuál es el tratamiento?”, preguntó de inmediato Carla. “El tratamiento consiste en una inyección, justo aquí tengo una dosis del antídoto”, respondió el doctor mientras preparaba la jeringa. “Un momento —interpeló José—. ¿Me quiere decir usted que este antídoto es la única cura para el veneno de esta serpiente?”. “Así es”, dijo el médico. Carla lo interrumpió: “¡Póngale la inyección de una vez!”.
“Un momento, por favor —volvió a interrumpir José”— Me parece que usted tiene una mentalidad muy cerrada cuando insiste en que este es el único tratamiento que existe. ¿Y si yo quisiera intentar otra cosa diferente? A mí no me gustan las agujas, prefiero los remedios naturales. ¿No habrá una planta que pueda servir para esto? O tal vez podría intentar algunos ejercicios y ver si funcionan”.
“Debemos apurarnos —dijo el médico—. El veneno está fluyendo por su torrente sanguíneo en estos momentos. Este antídoto es la única cura”. “Es que no estoy tan seguro —replicó José—. Siempre hay más de una manera de afrontar una situación. Deberíamos explorar otras alternativas en vez de creer de buenas a primeras que solo hay una cura posible”.
Obviamente este es un relato ficticio, sería absurdo insistir en una segunda opinión cuando tu vida corre peligro. No obstante, en lo que respecta al destino eterno, la mayoría de las personas rechaza la idea de que solo hay una manera de alcanzar la salvación a pesar de que la Biblia es clara al respecto.
Jesús dijo: “Solamente por mí se puede llegar al Padre” (Juan 14:6), Pedro reiteró que “en ningún otro hay salvación” (Hech. 4:12), y Pablo concluye que hay “un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Tim. 2:5, NVI). Así como sería absurdo morir teniendo el antídoto a la mano, también lo es perderse cuando tenemos a Cristo al alcance.