Domingo 06 de Marzo de 2022 | Matutina para Adolescentes | ¡Recuerden el Álamo!

¡Recuerden el Álamo!

“Pelea la buena batalla de la fe; haz tuya la vida eterna, a la que fuiste llamado” (1 Timoteo 6:12, NVI).

¿Escuchaste alguna vez la frase: “¡Recuerden el Álamo!”? Tiene un buen sonido, ¿no es así? Bueno, en cuanto a historias, no tiene un final muy feliz; y cuando se lucha por una causa, muchas veces el resultado final es más importante que el evento en sí. Esta es la historia. El 6 de marzo de 1836, un despiadado dictador mexicano llamado general Santa Anna atacó El Álamo, un pequeño fuerte en San Antonio, Texas.

Mientras el general y su ejército de 3.000 soldados asaltaban la fortaleza, un pequeño grupo de 188 tejanos luchó valientemente para defenderla, deseando de­ses­pera­da­men­te ayudar al territorio separatista de Texas a independizarse de México. Durante trece días, los tejanos intentaron mantener a Santa Anna fuera del Fuerte El Álamo, que había sido una misión católica. Sin embargo, en la oscuridad de la noche del 6 de marzo, el superior ejército mexicano finalmente escaló sus muros y atravesó sus puertas. Todos los que lucharon defendiendo de El Álamo murieron durante la lucha o fueron ejecutados al terminar la batalla. Algunos de los hombres renombrados que murieron fueron el coronel James Bowie, famoso por un cuchillo que diseñó, y Davy Crocket, un conocido pionero y congresista. Sin embargo, menos de dos meses después, el general Sam Houston dirigió otro ejército de tejanos y derrotó al ejército del general Santa Anna en la batalla de San Jacinto. Como te puedes imaginar, el grito de guerra del general Houston fue: “¡Recuerden el Álamo!”

A lo largo de los años de la historia de este mundo, Satanás ha guerreado contra el pueblo de Dios. La batalla fue en aumento hasta alcanzar un tono ensordecedor en una pequeña colina llamada Calvario. Allí, finalmente, el enemigo escaló los muros y pareció haber obtenido la victoria definitiva cuando el Hijo de Dios, cubierto de sangre y clavado en una cruz, inclinó su cabeza y murió. ¿Tenía el general enemigo la última palabra? No. Poco tiempo después, el Hijo de Dios resucitó de entre los muertos, derrotando a Satanás y sus fuerzas. Algún día, algunos de nosotros tendremos que renunciar a nuestros planes, a nuestra reputación o incluso a nuestra vida por haber elegido estar de pie junto a Jesús y luchar con él.

Sin embargo, peleamos una batalla cuya victoria ya ha sido garantizada por nuestro valiente Héroe. Él lucha con nosotros y, al final, pondrá una corona de victoria sobre nuestra cabeza. El bien ganará. Hoy, junto con el pueblo de Dios en todas partes, alcemos el grito de victoria: ¡Recuerden el Calvario!

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