Guía segura
«El Dios de Israel, dice: “En esta tierra volverán a comprarse casas, campos y viñedos”». Jeremías 32: 8, NVI
Jeremías 32 es un capítulo bastante interesante de la Biblia. Allí se narra un relato que nos enseña que cuando Dios da una orden, podemos actuar con confianza y seguridad, pues él proveerá lo necesario no importa cómo luzca el panorama en ese momento.
Corría el año décimo de Sedequías. La tropas babilónicas habían iniciado el sitio contra Jerusalén en el décimo mes del año noveno de Sedequías (Jeremías 39: 1). Por lo tanto, Anatot y las ciudades vecinas ya habían caído en poder de Nabucodonosor. En tales circunstancias, Hanameel, el primo de Jeremías, se presenta en la cárcel donde está el profeta para pedirle que le compre un campo, porque a él le correspondía comprarlo según la ley del levirato (ver Levítico 25: 23-25; Rut 4: 3, 4). El panorama era incierto, no era un buen momento para hacer negocios. Es inconcebible invertir en una propiedad que ya está en manos de los enemigos. Humanamente sería un mal negocio. Pero hay algo aquí que no debemos pasar por alto y es que Dios ya le había dado la orden a Jeremías de comprar antes de que su primo viniera a ofrecerle la tierra (Jeremías 32: 6, 7).
¿Has sentido en algún momento que Dios te dice que hagas algo que aparentemente no tiene sentido? Aunque las circunstancias no sean las mejores, siempre será mejor obedecer al Señor. En el caso de Jeremías, Dios usó la compra de aquel terreno para garantizar que, en el futuro, la paz reinaría en aquel lugar. El mensaje de @Dios para ti hoy llega de la pluma de Elena G. de White y es una invitación a obedecer cuando Dios manda a avanzar: «A menudo la vida cristiana está acosada de peligros, y se hace difícil cumplir el deber. La imaginación concibe la ruina inminente delante, y la esclavitud o la muerte detrás. No obstante, la voz de Dios dice claramente: “Avanza”.
Debemos obedecer este mandato aunque nuestros ojos no puedan penetrar las tinieblas, y aunque sintamos las olas frías a nuestros pies. Los obstáculos que impiden nuestro progreso no desaparecerán jamás ante un espíritu que se detiene y duda. Los que postergan la obediencia hasta que toda sombra de incertidumbre desaparezca y no haya ningún riesgo de fracaso o derrota no obedecerán nunca» (Patriarcas y profetas, p. 260).