¿Sacrificio o privilegio?
“Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mateo 16:24).
Tomar la cruz de Cristo y seguirlo: ¿Es esto un sacrificio? Dejemos que David Livingstone, el célebre misionero y explorador británico, responda. Livingstone ya era un héroe nacional cuando en marzo de 1866 decidió regresar al continente africano, con el objeto de continuar con la misión que había comenzado en 1840. ¿Cuál era esa misión? En una carta a su hermano Charles la menciona: “Soy un misionero de todo corazón. El Hijo de Dios fue misionero y médico. Yo soy, o deseo ser, una pobre imitación de lo que él fue. En su servicio deseo vivir, y en su servicio deseo morir” (God’s Witnesses. Stories of Real Faith, p. 205).
El caso es que, durante años, nada se sabía de él. “¿Dónde está Livingstone?”, era la pregunta que la gente se hacía. Entonces James Gordon Bennett, fundador y editor del New York Herald, decidió comisionar a su reportero estrella, Henry Morton Stanley, para que viajara al África y encontrara a Livingstone, sin importar el tiempo ni el dinero que debiera emplear.
Stanley llegó al África el 21 de marzo de 1871, pero fue el 10 de noviembre de ese año cuando pudo encontrar a Livingstone en una pequeña aldea en las orillas del Lago Tanganica. Lo encontró, pero no logró convencerlo de que regresara a casa. Al contrario, las provisiones y las medicinas que Stanley llevó solo sirvieron para que Livingstone continuara haciendo su obra en favor de las almas necesitadas. Hasta aquel 1˚ de mayo de 1873 cuando, de rodillas y en actitud de oración, fue encontrado muerto junto a su cama.
¿Por qué Livingstone no regresó con Stanley? ¿No podía, acaso, servir al Señor desde su hogar, estando cerca de sus parientes? Las siguientes palabras, escritas en su diario después de que Stanley regresara a Inglaterra, hablan por sí mismas:
“La gente habla del gran sacrificio que yo he hecho al dedicar tanto tiempo de mi vida al servicio en África. ¿Puede llamarse ‘sacrificio’ a lo que simplemente es un pequeño retorno de la gran deuda que tenemos con nuestro Dios? […] Enfáticamente digo que no es un sacrificio. Más bien, digo que es un privilegio”. Y luego agrega: “Nunca he hecho un sacrificio. De esto no hemos de hablar, [sobre todo, al considerar] el gran sacrificio que hizo Aquel que dejó el Trono de su Padre en las alturas para entregarse a la muerte por nosotros”.
¿Un sacrificio llevar la Cruz de Cristo? ¡Es el mayor de los privilegios!
Gracias, amado Jesús, por el honor que nos das de llevar tu Cruz y servirte. ¡Por nada del mundo lo cambiaría!
Amén Gloria a Dios es un honor servirle al Señor.