Domingo 21 de Agosto de 2022 | Matutina para Adolescentes | Desaparece la Mona Lisa

Desaparece la Mona Lisa

“No almacenes tesoros aquí en la tierra, donde las polillas se los comen y el óxido los destruye, y donde los ladrones entran y roban”(Mateo 6:19, NTV).

El 21 de agosto de 1911, un pintor aficionado descubrió que la Mona Lisa había sido robada del famoso Museo de Arte del Louvre, en París, donde se exhibía. La Mona Lisa, o La Gioconda, era una de las pinturas favoritas de su autor, Leonardo da Vinci, de la época del Renacimiento. La mayoría de los historiadores del arte dicen que empezó a pintarla en 1503 y que la terminó en 1506. Han pasado más de 500 años, pero la obra sigue inspirando a los amantes del arte de todo el mundo. ¿Por qué es tan atractiva? –se preguntan muchos–. ¿Son sus ojos, los que parecen seguir mágicamente al espectador? ¿Su tímida sonrisa?

Más de seis millones de turistas observan la Mona Lisa cada año. Y sin embargo, el cuadro fue robado bajo la atenta mirada del museo. Toda Francia quedó atónita. Los expertos supusieron que no era obra de traficantes profesionales de arte, porque vender el cuadro más famoso del mundo sería demasiado peligroso. Algunos pensaron que los alemanes lo habían robado para avergonzar a los franceses. Pero ¡no! Fue mucho más simple que eso. Vincenzo Perugia, un antiguo empleado del Louvre, hizo el trabajo. Entró en el museo, quitó el famoso cuadro de la pared, lo escondió bajo su ropa y se marchó. Y ¿qué pensaba hacer con él? Conservó el cuadro durante dos años, y entonces un marchante de arte italiano informó que había recibido una carta de un hombre que se hacía llamar Leonardo. “Leonardo” decía que el cuadro estaba a salvo en Florencia, Italia, y que sería devuelto cuando se pagara un cuantioso rescate. Se acordó la hora y el lugar para el pago, y cuando “Leonardo” trató de cobrar, fue atrapado. Era Perugia, por supuesto.

Afortunadamente, el cuadro resultó ileso.

Si Jesús hubiera estado caminando por las calles de Italia en 1911, habría dado un consejo importante: No pongas tus afectos en las cosas de este mundo. No acumules tesoros de plata u oro, ni colecciones coches caros o yates, ni construyas casas lujosas.

Estas cosas son bonitas, pero alguien puede robarlas o destrozarlas y, entonces, ¿qué tendrás? Un reclamo al seguro, en el mejor de los casos. Jesús nos aconseja poner nuestro tesoro en el cielo. Nadie roba nunca los caudales de las bóvedas celestiales donde se guarda nuestro tesoro. Allí, nos espera una recompensa eterna.

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