La vida es como un viaje
“Nosotros somos ciudadanos del cielo, y estamos esperando que del cielo venga el Salvador, el Señor Jesucristo” (Fil. 3:20).
Recuerdo haber hecho, en una ocasión, un viaje de unas cuantas horas en tren, desde mi casa a la casa de mis tíos. Los boletos de segunda clase nos ubicaron en la parte final de uno de los últimos vagones. A diferencia de los boletos de primera clase, los asientos no eran acolchados; eran de madera y, después de algún tiempo, era incómodo seguir sentados en una superficie tan dura. A mitad del viaje, era necesario abrir las ventanas, pues los vagones de segunda clase no contaban con aire acondicionado; entonces, yo comencé a contar los árboles y los cerros que se iban quedando atrás. A la hora del almuerzo, mi mamá desplegó un mantel sobre uno de los asientos y puso frente a la familia los alimentos. ¡Era realmente emocionante!
Al finalizar el viaje, llegué con la cara sucia por el humo negro que despedían los motores, despeinada por el aire constante que entraba por las ventanillas bajadas, pero con cientos de imágenes maravillosas en la memoria. Hasta ahora lo recuerdo como el mejor viaje de mi vida. Ni siquiera puedo imaginarme la comodidad de los vagones de primera, porque la experiencia me pareció sencillamente perfecta.
Algunos comparan la vida con un viaje. Quiero apropiarme de esta comparación en el día de hoy, para que reflexionemos juntas. Por supuesto, el viaje de la mujer cristiana por la vida se disfruta aunque haya “humo” y “viento”, porque sabemos que vamos hacia la eternidad, al encuentro más feliz que se puede tener. A medida que avanzamos, se dejan atrás experiencias pasadas y se construyen otras nuevas; cambian el ambiente, las circunstancias y las personas. Todo ofrece un espectáculo digno de ser vivido intensamente. En la Biblia, leemos que somos peregrinos en este planeta, pero nuestra ciudadanía está en los cielos. Entonces ¿por qué hemos de ser sofocadas por las vicisitudes y los problemas del viaje? ¿Te lastima la dureza de algunas personas? ¿Te duelen las incomodidades de la vida presente? Recuerda que todo es pasajero y que todo edifica, si estás en la tarea de la renovación de tu entendimiento.
Dios nos ha invitado a su hogar, que será tuyo y mío muy pronto. Disfruta tu viaje por la vida aunque sufras incomodidades; ten siempre en mente que pronto verás a Dios y todo sufrimiento habrá terminado. Mientras viajamos, mantengamos viva la esperanza y seamos perseverantes.