EL DIOS QUE ME VE
«Como el SEÑOR le había hablado, ella le puso por nombre: “Eres el Dios que me ve», porque como ella dijo: “En realidad he visto aquí a Aquel que me ve”».
Génesis 16:12-14, PDT
¿Has tenido uno de esos días en los que todo parece conspirar contra ti? En algunos lugares se dice que te levantaste con el pie izquierdo. Pues algo parecido le estaba pasando a Agar. Ella no había decidido acostarse con Abram, todo había sido idea de Sarai. Pero ahora era Agar la que tenía que sufrir los malestares de un embarazo que ella no había planificado. Y por si fuera poco, ahora su ama, que la había metido en ese problema, estaba celosa de ella y la afligía. Bastante tenía con las náuseas, la hinchazón, las constantes molestias, los deseos de ir al baño y los cambios hormonales. ¿Y también soportar a su ama? No. Estaba cansada de que nadie viera su sufrimiento, de que nadie notara su dolor. Y fue así como Agar decidió huir.
Pero a Agar le sucedió lo mismo que me ha sucedido tantas veces: las decisiones que tomamos en momentos de apuros, en vez de mejorar nuestra situación terminan empeorándola. Pronto Agar se vio sola en el desierto, sin agua, sin comida y, para colmo, sin que nadie la estuviera viendo, por lo tanto nadie podría socorrerla. Bueno, en realidad Alguien la estaba viendo. Alguien lo había visto todo. Y no solo lo había visto todo, ¡también comprendía su situación!
El Ángel del Señor habló con ella y la consoló. Como resultado de aquella experiencia ella le puso por nombre: «el Dios que me ve» (Gén. 16:13, RV95). ¡Sí, Dios te ve! Él está pendiente de ti, él te ve en los buenos y en los malos momentos. Cuando todo parece perdido, cuando la soledad te embarga, cuando estás desanimado, él es el Dios que te ve. Elena G. de White escribió: «El que tiene contados los cabellos de tu cabeza no es indiferente a las necesidades de sus hijos […]. Nada que de alguna manera afecte nuestra paz es tan pequeño que él no lo note […]. Ninguna calamidad puede ocurrirle al más humilde de sus hijos, ninguna ansiedad puede asaltarlo, ningún gozo alegrarlo, ninguna oración sincera surgir de los labios, sin que el Padre celestial lo perciba y sin que él se tome en ello un interés inmediato» (El camino a Cristo, pp. 148,149). @Dios te dice hoy: «Te veo y me preocupo por ti».