La felicidad: ¿Una obligación moral?
“No permitan que se hable mal del bien que ustedes hacen, porque el reino de Dios no es cuestión de comida ni de bebida, sino de justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Romanos 14:16, 17, RVC).
Dennis Prager, autor y presentador de radio, cuenta que después de dar una charla sobre la felicidad, una dama se puso de pie para decir lo mucho que lamentaba que su esposo no hubiera estado presente (él había preferido ir a una charla sobre negocios). Según ella, de los dos, él era quién más necesitaba oír los consejos del conferencista. Luego añadió que, aunque ella amaba a su esposo, no le resultaba fácil estar casada con un hombre infeliz.
¿Qué le hubieras dicho tú a esta señora? Prager le dijo, básicamente, que su esposo debió asistir a la charla, y además, que él tenía la obligación moral, hacia ella, de ser todo lo alegre y feliz que como esposo pudiera llegar a ser (Happiness Is a Serious Problem, p. 4).
Prager señala tres razones por las que, en su opinión, la felicidad es una obligación moral.
La primera razón, dice él, consiste en que hemos de ser personas que irradien gozo y alegría, no solo hacia nuestro cónyuge, sino hacia todo aquel que entre en contacto con nosotros. Esto no significa, por supuesto, que haya momentos en los que nos pueda embargar la tristeza. El punto es: ¿Quién quiere estar al lado de una persona que todo lo ve sombrío?
La segunda razón, porque hay una relación directa entre la felicidad y la bondad. Es decir, en general, es más probable que una persona sea más amable, servicial y altruista cuando experimenta sentimientos de gozo que cuando está triste.
En tercer lugar, dice Prager, las personas religiosas infelices no representan bien su fe. Si su fe es verdadera –pregunta él– ¿por qué no irradian felicidad?
Esto último me dejó pensando. Como cristianos, ante el mundo que nos observa, ¿estamos tú y yo representando bien la vida de nuestro Señor? ¡Y ya sabemos cómo fue esa vida! Aunque Jesús continuamente tuvo que enfrentar duras pruebas, siempre irradiaba gozo y alegría.
¡Vaya desafío! Llámese “obligación moral” o lo que sea, recordemos que somos representantes de Cristo. Por dondequiera que vayamos, por lo tanto, irradiemos paz, gozo y alegría, ¡comenzando hoy! “Porque el reino de Dios no es cuestión de comida ni de bebida, sino de justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”.
Capacítame, Padre celestial, para representar bien a mi Salvador. Que la justicia, la paz y el gozo del Espíritu Santo inunden hoy mi corazón.