Jueves 13 de Octubre de 2022 | Matutina para Mujeres | Cupones del perdón

Cupones del perdón

“Cuando éramos totalmente incapaces de salvarnos, Cristo vino en el momento preciso y murió por nosotros, pecadores” (Rom. 5:6, NTV).

Hace un par de años, mi hermana y yo visitamos la Basílica de San Pedro, en Roma. ¡Es realmente imponente! Además de ser una obra de arte, arquitectónicamente hablando, está decorada con mosaicos, esculturas y pinturas que cubren cada rincón del edificio. Es imposible visitarla y no quedar estupefacta ante su belleza y opulencia. Sin embargo, detrás de este magnífico edificio hay una historia muy triste. La construcción de la Basílica de San Pedro llevó más de cien años y requirió muchísimo dinero. Para solventar los gastos, el Papa León X proclamó una gran venta de indulgencias en los años 1514 y 1516. Las indulgencias eran una especie de “cupones del perdón” emitidos por el Papa. Mediante un pago, los creyentes podían recibir perdón por sus pecados presentes o futuros —o el de sus familiares, vivos o muertos—. Como mujeres protestantes del siglo XXI, es probable que este capítulo de la historia nos llene de una indignación justa. Sin embargo, a menudo actuamos como si nuestra buena conducta fuera el precio para obtener “cupones de perdón”.

¿Crees de todo corazón que Dios te ama incondicionalmente y te perdona por pura gracia? En los días en que pecas o te equivocas, ¿puedes mirar al cielo y, sin temor a ser condenada, decir: “Papá, te necesito”? En Uninvited [No invitada], la escritora cristiana Lysa TerKeurst reflexiona: “Imagina de qué manera tan diferente podrías abordar cada día si dijeras: Dios es bueno. Dios es bueno conmigo. […] El día de hoy es otra página de nuestra gran historia de amor. Nada de lo que suceda hoy cambiará eso ni lo alterará en lo más mínimo”.

¡Dios te ama! No por lo que haces, no por tus logros; ni siquiera por lo que puedes hacer para avanzar su causa. Dios te ama porque eres su hija y llevas su imagen. ¡Nada, nunca, jamás, podrá cambiar eso!

Señor, mi buena conducta jamás comprará tu amor y mis pecados nunca lo ahogarán. Tú me amas y me perdonas incondicionalmente, porque soy tu hija. El precio del perdón ya fue pagado en la Cruz, y hay crédito de sobra para cubrir la deuda de mis pecados. ¡Hoy puedo correr a tus brazos sin temor!

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