Ser soltera
“ ‘Porque mis ideas no son como las de ustedes, y mi manera de actuar no es como la suya. Así como el cielo está por encima de la tierra, así también mis ideas y mi manera de actuar están por encima de las de ustedes’. El Señor lo afirma” (Isa. 55:8, 9).
Los prejuicios culturales acosan a muchas damas que, por decisión propia o porque aún no ha llegado el momento, no tienen esposo. Pareciera ser que la idea de la “media naranja” aún permea el pensamiento de muchos, haciéndoles creer que una mujer sin pareja está incompleta. Por esto, muchas chicas van a un matrimonio apresurado que trae más infortunio que fortuna, o viven su soltería como algo negativo, que las hace sentirse insuficientes o poco atractivas a los ojos masculinos.
Es importante considerar que el matrimonio es una opción y no una necesidad imperiosa que se debe cubrir a toda costa. El deseo de casarse puede convertirse en una obsesión destructiva, que en ocasiones es provocada por los más allegados a la mujer soltera. Las madres debemos ser guías y orientadoras de nuestras hijas, haciéndolas sentir valiosas sin importar su estado civil.
Ser soltera no es sinónimo de soledad ni de abandono. La imagen idealizada de la mujer casada como alguien que goza de compañía y compañerismo, en contraste con la imagen negativa de quien continúa soltera después de haber rebasado cierta edad, son solo preconceptos que parten de la ignorancia.
Querida amiga que lees estas líneas y aún no te has casado, no te apresures en la búsqueda; si Dios tiene un esposo para ti, lo traerá a tu lado en el momento correcto, oportuno y en conformidad con su voluntad. Ahora es tiempo de disfrutar lo que tienes; y déjame decirte que lo que puede hacer una mujer soltera no está al alcance de una casada.
Vive en estrecha relación con Jesús, cultiva amistades sin intenciones de encontrar marido, solo buscando amistad; prepárate, trabaja, ayuda, sirve a Dios y todo te será añadido.