Lunes 13 de Septiembre de 2021 | Matutina para Mujeres | Un aprendizaje de vida

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Un aprendizaje de vida

“Cuando Dios creó al hombre, lo creó a su imagen; varón y mujer los creó” (Gen. 1:27).

Los estragos del pecado no serán para siempre; en el cielo ya no existirá ningún tipo de lucha entre los sexos. Las personas serán nue­vamente “buenas en gran manera”, tal como salieron de la mano del Creador; la semejanza a nuestro Padre celestial será restaurada en cada habi­tante de la tierra nueva. Dios bendijo a la primera pareja y, cada vez que tiene lugar un enlace matrimonial, la bendición de Dios alcanza a los esposos y está disponible por siempre. 

Mientras estemos en esta tierra, es nuestro reto como personas casadas cul­tivar el amor. El esposo ama con todos sus sentidos (vista, olfato, tacto, palabras y oído); la mujer expresa amor con detalles y palabras de afecto. Su natura­leza pide protección y a alguien que le brinde seguridad. 

Las emociones, los sentimientos y los estados de ánimo, normalmente, sue­len ser más estables en los varones que en las mujeres. La mujer experimenta altas y bajas en sus estados de ánimo, emociones y sentimientos, muchas veces resultado de nuestro sistema hormonal.

La objetividad del hombre, muchas veces, le impide aceptar la intuición femenina. El varón se basa en los he­chos; la mujer, en sus impresiones emocionales. Ambas percepciones, unidas, serían de enorme utilidad para la resolución asertiva de los desacuerdos.

La mayor debilidad de los varones es el desaliento. Si las cosas no salen como ellos las habían planificado, su deseo de conquista y de lucha se ve ava­sallado por el desánimo; no obstante, si tienen una esposa que se dé cuenta de estas cosas y los impulsen a superar ese tipo de fracasos, seguro se senti­rán triunfadores en la vida. Por su parte, la mayor debilidad de la mujer es su tendencia a la tristeza y a experimentar soledad. Por eso espera de su com­pañero de vida palabras de amor y ternura constantemente. 

La convivencia feliz entre hombres y mujeres está asegurada si comprende­mos y aceptamos la voluntad de Dios al crearnos varón y mujer. Esto nos dará una mirada de respeto a nuestras diferencias; fruto de ese respeto, cada uno podrá ser como es, sin exigir, aunque pueda hacer sugerencias de cambio. Aprendamos a estar juntos como pareja; ese será un gran aprendizaje de vida.

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