Lunes 17 de Abril de 2023 | Matutina para Menores | La ofrenda por el pecado

La ofrenda por el pecado

“Su sacrificio al Señor será un carnero sin ningún defecto, cuyo valor tú deberás calcular, y el cual deberá él tomar del rebaño y llevárselo al sacerdote como sacrificio por la culpa” (Levítico 6:6).

La persona debía presentar una ofrenda, tanto por los pecados que hacía a propósito como por aquellos errores involuntarios. La única forma en que Dios podía perdonar los pecados era mediante el derramamiento de la sangre de una víctima inocente (Heb. 9:22). Imagina la escena: te equivocaste y reconoces el error, por lo tanto, tomas un carnero de tu propiedad para llevarlo al altar. Te das cuenta de que el animal no pone resistencia, confía en ti, no sabe lo que va a ocurrir y su mirada es pacífica. Te mira como si fueran simplemente de paseo para después regresar a casa. Cuando llegan al Santuario, el sacerdote lo revisa para comprobar que no tiene ningún defecto. Entonces, miras como lo colocan sobre el altar; de repente, el cuchillo lo degüella y la sangre brota a raudales.

La escena no es agradable. Al acercarte al altar, tu corazón empezaba a latir más de prisa porque tú sí sabías qué iba a ocurrir. Quedaste impresionado con lo que viste. Finalmente, el sacerdote te dice que estás reconciliado con Dios y regresas a casa con una mezcla de sentimientos, entre el gozo de la reconciliación y el impacto de la muerte del carnero.

Dios dispuso que la escena no fuera grata. Es la forma en que Dios nos indica el precio de nuestra salvación: la muerte del Hijo de Dios. Dios no quiere que olvidemos que la consecuencia de la desobediencia es la muerte. El Señor desea impactarnos, para que cuando recordemos la cruz pensemos en el amor de Dios, pero también en la amarga experiencia para su Hijo de una muerte inmerecida, dolorosa y vergonzosa, todo por amor a nosotros.

Cada persona debía ofrecer una víctima como reconocimiento por su pecado. Los mismos sacerdotes la ofrecían por sus propios pecados (Lev. 4:3). Hoy podemos reconocer que Jesucristo es nuestro Sacerdote en el Cielo.

Podemos entristecernos cuando desobedecemos, pero alegrarnos porque en Jesús encontramos el perdón, la paz y una nueva oportunidad para empezar de nuevo.

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