La muerte de Daniel Boone
“Ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, hacia la tierra que yo les doy a los hijos de Israel. Yo os he entregado, tal como lo dije a Moisés, todos los lugares que pisen las plantas de vuestros pies” (Josué 1:2, 3, RVR 95).
En este día de la historia, Daniel Boone murió a la edad de 86 años. Fue probablemente el hombre de frontera más famoso de su tiempo. Era 1820, y ningún hombre se había convertido en una leyenda mayor en el folclore estadounidense que Boone. Pasó por dificultades incalculables abriéndose paso a través de los bosques de Cumberland Gap, escapó por poco de los ataques de los animales salvajes y luchó en combate cuerpo a cuerpo con los nativos americanos. En una ocasión se escondió en el desván de un granero de tabaco cuando lo acechaban. Su rapidez mental le salvó la vida. De repente, saltó con los brazos llenos de hojas de tabaco, sorprendiendo a los indios y ahogándolos con nubes de polvo de tabaco.
Boone nació en Pensilvania, en el seno de una familia cuáquera. Él y su familia se trasladaron a Carolina del Norte, donde Daniel comenzó sus interminables aventuras en la naturaleza. Nunca aprendió a leer ni a escribir mucho, pero rápidamente se convirtió en un experto tirador, cazador y leñador. Con cinco amigos cruzó el Cumberland Gap para explorar lo que hoy es el estado de Kentucky. Trazó un famoso sendero a través de las montañas, llamado el Wilderness Road, y más tarde se estableció en un lugar llamado Boonesborough.
Pero nunca había suficiente espacio para el pionero. “Espacio para moverme”, dijo Daniel Boone. Puede que hayas oído esas palabras, las que se convirtieron en el lema de Daniel. Sinceramente, se sentía limitado si un vecino construía su cabaña a la vista de la casa de los Boone. La esposa de Daniel, Rebecca, no podía estar muy contenta con esta inusual filosofía.
Como explorador y hombre de frontera, Daniel Boone ayudó a conquistar una nueva tierra. Al igual que Josué en la Biblia, esculpió las tierras salvajes de la frontera para que la gente pudiera avanzar hacia una nueva vida.
Hoy, Dios nos desafía a prepararnos para ir a la Tierra Prometida del cielo. Sin embargo, esta vez Jesús mismo ha abierto el camino por nosotros. Él ya ha recorrido el camino antes que nosotros, recorriendo ese camino del Calvario para que nosotros no tengamos que hacerlo. Agradécele porque lo haya hecho.
