La noble función del hogar
“Por mi parte, mi familia y yo serviremos al Señor” (Jos. 24:15).
El hogar, institución sagrada y creada por Dios con altos ideales, ejerce una influencia insustituible en la formación de los seres humanos, especialmente en la de los niños y los jóvenes. Esta institución es la que debiera garantizar la salud física, mental y espiritual de sus moradores. “Cristo ha tomado toda medida necesaria para que cada padre y madre que quiera ser dirigido por el Espíritu Santo reciba fuerza y gracia para enseñar en el hogar. Esta educación y disciplina en el hogar ejercerán una influencia modeladora” (El hogar cristiano, p. 174).
La iglesia y la escuela, como instituciones que imparten educación, solo son coadyuvantes del hogar en la tarea de educar. El tiempo que el niño permanece en casa, en convivencia con su familia, es mucho más importante para su desarrollo y tiene mayor impacto sobre el niño que el tiempo que pasa en la escuela y en la iglesia; por lo tanto, no podemos esperar que estas hagan lo que nos corresponde a nosotras hacer por derecho y por deber.
El trato cotidiano a través de palabras y actos es el espejo donde el niño se hace consciente de quién es. Las palabras duras y descorteses, las comparaciones, los apodos y las descalificaciones provocan en el niño desprecio por sí mismo, un concepto equivocado del amor de Dios, rebeldía y alejamiento emocional de sus familiares.
Las emociones positivas se transforman en sentimientos positivos; estos, a su vez, dan lugar a conceptos positivos; así se produce un estado emocional pacífico, proactivo, perdonador, equilibrado y ecuánime que le garantiza al niño una estancia armoniosa en el mundo. Todo esto se logra en un ambiente hogareño donde se manifiesta el espíritu de Cristo.
Dios en el centro del hogar garantiza la estabilidad familiar, aun en medio de las peores tempestades.
Amén, quiero abrir un espacio para ti señor y que me llenes de lo.mejor para mí vida.amen