Hijos rebeldes
Entonces todos los hombres de su ciudad lo apedrearán; y morirá, así quitará el mal de en medio de ti, y todo Israel oirá, y temerá. Deuteronomio 21:21.
Esta era la última disciplina a un hijo/a desobediente. Los padres tenían la responsabilidad de disciplinar severamente a un hijo rebelde, pero si no resultaba, debían entregarlo a las autoridades, quienes ejecutaban la sentencia de muerte. Para Dios, la disciplina de los hijos y la obediencia a los padres es un asunto de vida o muerte.
Una madre visitaba a su hijo en la cárcel. Estaba allí por homicidio. Había atropellado a un niño mientras escapaba de una patrulla que lo perseguía por pasarse un alto. El hijo reflexionó:
—No soy un asesino premeditado, estoy aquí porque me acostumbré a violar las leyes y a no respetar límites.
—¡Ay, hijo!, es que de niño te ponías tan difícil. Cuando te daba una orden, me desafiabas y hacías un berrinche que no soportaba, así que te dejaba hacer y deshacer con tal de que estuvieras calladito y complacido. Desde que tenías tres años, cuando yo te decía: “Cómete tus verduras para que crezcas sano y fuerte”, me decías: “¡Yo no quiero ser sano ni fuerte! No me importa, ¡déjame en paz!” Cuando te decía: “Recoge tu cuarto”, tú me respondías: “No voy a recoger nada. Si quieres, recógelo tú”.
Y así siguió la lista de lamentos. El hijo la interrumpió:
—¡Basta, mamá! Solo dime: ¿Cómo fue que ustedes, siendo adultos, le creyeron y obedecieron a un niño tan pequeño?
Si tu hijo/a estuviera a punto de caer por un precipicio y tú lo estuvieras sosteniendo de la mano, ¿lo sujetarías con todas tus fuerzas, o suavemente para que no le doliera? Sé responsable y apriétalo fuerte, con buena disciplina, y lo salvarás del precipicio de la vida en sociedad; pues, nadie a quien él dañe va a tenerle compasión. Si tú, que le diste la vida y lo amas, no soportas sus berrinches, ¿crees que los demás lo harán?
Una palabra a tiempo, un castigo que les duela, sin llegar al abuso, quizá deje una pequeña huella, pero crecerán seguros, sabiendo la diferencia entre el bien y el mal. Entenderán que si los cuidas y los educas, es por amor, y no porque te importa más tu comodidad y tu tiempo libre.
“Enséñenles a obedecer. Vean que su autoridad debe ser respetada. Esto quizá parezca entristecerlos un poco ahora, pero les ahorrará mucha desgracia en el futuro” (CN, p. 254).