Martes 11 de Octubre de 2022 | Matutina para Adolescentes | Fiebre amarilla en Filadelfia

Fiebre amarilla en Filadelfia

“Con sus plumas te cubrirá y con sus alas te dará refugio. Sus fieles promesas son tu armadura y tu protección” (Salmo 91:4, NTV).

El 11 de octubre de 1793, la fiebre amarilla estalló en Filadelfia, Pensilvania, en proporciones epidémicas. El número de muertos llegó a cien ese día y, para cuando terminó, cinco mil personas habían muerto.

Los primeros brotes de fiebre amarilla en los Estados Unidos se produjeron a finales de la década de 1690.

La fiebre amarilla, o peste americana como se la conocía entonces, es una enfermedad viral que comienza con fiebre y dolor muscular. A continuación, sus víctimas pueden volverse ictéricas, o amarillas, ya que su hígado y sus riñones dejan de funcionar normalmente. Algunos incluso sufren síntomas peores. Además de ponerse amarillos, los pacientes pueden vomitar y sangrar. Muchas víctimas deliran antes de morir.

En 1793, Filadelfia, con una población de 55.000 habitantes, era la ciudad más grande de los Estados Unidos y su puerto era el más activo. Ese verano había sido inusualmente seco y caluroso, y Filadelfia conjugaba todos los factores necesarios para un desastre sanitario sin precedentes. En julio, se hablaba de la inusual cantidad de moscas y mosquitos que pululaban por los muelles. Ese mismo mes, los refugiados de las islas del Caribe aumentaron de a miles a medida que un barco tras otro los descargaba en el puerto. Una epidemia de fiebre amarilla hacía estragos en el Caribe en ese momento y, en pocas semanas, la gente de toda la ciudad estaba experimentando los síntomas.

A mediados de octubre, cien personas morían cada día a causa del virus, y había cadáveres por todas partes. La atención a las víctimas supuso tal presión sobre los hospitales y las morgues que el gobierno de la ciudad colapsó. Filadelfia era la capital del gobierno de los Estados Unidos en ese momento, pero los congresistas huyeron de la ciudad como todo el mundo.

Al igual que la malaria, el virus de la fiebre amarilla es transportado y transmitido por mosquitos. Cuando un frente frío acabó con la población de mosquitos, el número de muertes se redujo a veinte al día. Y hoy existe una vacuna que previene la fiebre amarilla en gran parte del mundo.

El pecado es nuestra peor enfermedad, pero Jesús ha proporcionado la “vacuna” que puede salvarte. La pregunta es: ¿Estás dispuesto a aceptar su solución para tu problema de pecado?

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