Los hombres también lloran – I
“José ordenó que prepararan su carro para ir a recibir a su padre. Cuando se presentó delante de su padre, lo abrazó y estuvo llorando largo rato sobre su hombro” (Gen. 46:29).
Por mucho tiempo se ha difundido la idea de que los varones que muestran sus sentimientos y emociones son débiles. Es común que, cuando un niño llora, escuchemos a la madre o al padre decirle: “Los hombres no lloran”. Criados bajo esta falsa premisa, la mayoría de los hombres son reacios a mostrar sus sentimientos frente a los demás. Desconocen que la expresión emocional también tiene que ver con la naturaleza distintiva del hombre. A través de mi práctica como psicoterapeuta, puedo asegurar que los hombres se resisten a hablar de lo que sienten; cuando lo hacen, es porque son empujados por una circunstancia emocional que, según ellos, se está saliendo de control.
¿Será que los hombres no lloran porque carecen de sensibilidad emocional o porque los mensajes culturales que reciben desde niños los tachan como débiles si muestran sus emociones? ¿O será que no lloran porque fueron creados fuertes, totalmente racionales e insensibles?
Me gusta reflexionar en la escena que se desarrolló junto a la tumba de Lázaro: “Jesús entonces, al verla llorando y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió […]. Jesús lloró” (Juan 11:33, 35, RVR 95). Esta fue una muestra pública de la sensibilidad emocional de Jesús, que era Dios.
Recuerdo también esa escena profundamente emocional que protagonizó José, el segundo en Egipto después del faraón. Educado como guerrero, hombre fuerte y líder de una nación poderosa, se encontró con su padre después de muchos años. Empujados por el amor y el dolor de la separación, se fundieron en un abrazo humedecido por las lágrimas. La Biblia lo describe con las palabras: “José unció su carro y fue a recibir a Israel, su padre, en Gosén. Al verlo, se echó sobre su cuello, y sobre su cuello lloró largamente” (Gén. 46:29, RVR 95).
Jesús y José, junto con muchos ejemplos más de hombres que desnudaron su alma frente a los demás sin prejuicios, dejaron brotar libremente sus emociones, impulsados únicamente por aquella calidad humana que todo hombre y mujer posee por herencia divina.
Aunque hombres y mujeres procesan en forma diferente las emociones, es bueno que las mujeres seamos sensibles a los estados emocionales masculinos y creemos espacios donde puedan expresarlos sin sentirse avergonzados.