«¡Dichosa tú que has creído, porque lo que el Señor te ha dicho se cumplirá!» (Lucas 1:45).
Elisabet fue una mujer justa que experimentó un milagro divino. Ella y su esposo, Zacarías, habían anhelado tener un hijo, pero no habían podido debido a su esterilidad. En su vejez, el ángel Gabriel trajo la increíble noticia de que Elisabet concebiría un hijo, a quien llamarían Juan, y él prepararía el camino para el Mesías. Su historia es un testimonio de la fe firme que llevó al cumplimiento milagroso de las promesas de Dios.
El embarazo de Elisabet, aunque inesperado, ocurrió en el momento justo en el plan de Dios. Nos recuerda que Dios sabe muchísimo más que nosotros, que su visión es universal y que sus tiempos sus perfectos y sus promesas se cumplen de la manera más beneficiosa.
Cuando Elisabet estaba embarazada, recibió la visita de María. La forma en que ella reaccionó y sus palabras a María, «Dichosa tú que has creído», son un recordatorio del gozo que surge al reconocer y celebrar los dones que Dios nos concede, y de cómo la fe nos inspira a abrazar los dones de Dios con gratitud y alabanza.
Elisabet ejemplifica el poder de la fe, los tiempos perfectos de Dios y el gozo que surge al recibir sus dones. Al igual que Elisabet, podemos creer en las promesas de Dios, confiar en sus tiempos y regocijarnos de todo corazón en los maravillosos regalos que él nos concede en su gran amor.
Oración: Dios maravilloso: te doy gracias por la historia de Elisabet. Ayúdame a confiar en tu tiempo y a creer en tu palabra, sabiendo que nada es imposible para ti.
