Humillado en el jardín de infantes
“Que nadie te menosprecie por ser joven. Al contrario, que los creyentes vean en ti un ejemplo a seguir en la manera de hablar, en la conducta, y en amor, fe y pureza” (1 Tim. 4:12, NVI).
Cuando era pequeño, estaba un día en el jardín de infantes y la maestra nos pidió que contribuyéramos con una receta para un libro de cocina. ¡Sonaba divertido! A la mayoría de los niños de cinco años les encanta comer, así que en seguida comencé a pensar cuál sería mi contribución. Sabía cómo hacer pudín instantáneo, así que esperé ansioso mi turno.
Cuando por fin la maestra llegó a mi asiento, bolígrafo y papel en mano, yo estaba listo. Cuidadosamente le expliqué cómo preparar un pudín en simples pasos: vierta la mezcla del pudín de chocolate en un envase de vidrio, agregue la leche, coloque la tapa y luego agite el frasco hasta que la mezcla espese. ¡Y listo! ¡A disfrutar del manjar!
Cuando pensé que había terminado, vi cara de frustración en la maestra y comenzó a hacerme preguntas, como: “¿Y dónde compras la mezcla para hacer el pudín?” La pregunta me pareció tonta, pero intenté responderla por si alguien no sabe dónde venden comida. Sin embargo, cuando el libro de cocina estuvo listo y leyeron las recetas en voz alta a un auditorio lleno de padres, vi que había caído en una trampa.
La multitud se reía al escuchar que en muchas de las recetas aparecían ingredientes como gomitas o caramelos. Cuando leyeron mi receta, apenas la reconocí. Resulta que la maestra tomó las respuestas indiferentes que di a sus preguntas absurdas y las mezcló con mi receta, haciéndome quedar como un tonto. Estaba molesto y pensé: “¿En serio? Si querías una receta graciosa, ¿por qué no me lo pediste de manera más clara?”
Lamentablemente, esta clase de burlas no terminan después del jardín de infantes. Los medios de comunicación alaban a los jóvenes a través de innumerables publicaciones en las que presentan detalles de la vida de famosos (sí, ¡ellos también salen de compras!). Pero, la mayoría de las veces, la iglesia ignora a los jóvenes. Se esfuerzan para que te bautices cuando tienes doce años, tratan de entretenerte de vez en cuando durante la adolescencia, y luego se olvidan de que existes hasta que cumples cuarenta años, o se preguntan qué será de tu vida.
Al menospreciar a la juventud, la iglesia se está dañando a sí misma casi tanto como a sus jóvenes. La próxima semana veremos qué puedes hacer para ayudar a que esto cambie.