Tres dedos
“Les digo que así también hay alegría entre los ángeles de Dios por un pecador que se convierte” (Lucas 15:10).
La envidia, los celos, el odio, la pereza y la idolatría son quizás algunos de los nombres de los pecados que Jesús escribió en el suelo cuando los fariseo, enfurecidos, trajeron a una mujer pecadora para que fuera juzgada por él. Los fariseos querían saber si Jesús estaba de acuerdo con que fuera apedreada. Mientras escribía en la arena los muchos pecados de esos hombres, Jesús respondió: “Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra” (Juan 8:7). Inmediatamente, uno por uno, estos hombres soltaron las piedras que le arrojarían a la pecadora y se fueron, avergonzados.
Cuando estuvo a solas con la mujer, Jesús pronunció una hermosa frase que debemos tener siempre presente: “Tampoco yo te condeno; ahora, vete y no vuelvas a pecar” (Juan 8:11).
Jesús continúa diciendo esta misma frase a todos los que hacen cosas erradas. En lugar de señalar con el dedo a la persona, con el propósito de acusar y condenar, él señala con el dedo las marcas en sus manos cada vez que un pecador se arrepiente. Él dice:
“Sigue mi ejemplo: sé amoroso y perdonador. Deja de mirar las faltas y los errores de los demás, y preocúpate por ayudar y salvar”. Recuerda que cuando señalas con un dedo a alguien, tres dedos te señalan a ti.
