Fuente de vida
“Pero bendito el hombre que confía en mí, que pone en mí su esperanza. Será como un árbol plantado a la orilla de un río, que extiende sus raíces hacia la corriente y no teme cuando llegan los calores, pues su follaje está siempre frondoso. En tiempo de sequía no se inquieta, y nunca deja de dar fruto” (Jeremías 17:7, 8).
¿Alguna vez has confiado en alguien que no debías y terminaste decepcionado o en problemas por eso? Todos hemos pasado por algo así en algún momento. ¿Cómo podemos sentirnos bien cuando esto sucede?
El profeta Jeremías dio un ejemplo interesante sobre la confianza. Comparó a aquellos que confían en otras personas, en lugar de confiar en Dios, con una planta en el desierto. Esta planta no tiene una fuente constante de agua, por lo que está condenada a secarse.
Sin embargo, compara al que confía en el Señor con una planta junto a un río. Siempre será verde y fructífera, porque sus raíces obtienen agua fresca de un suministro constante.
Cuando confías en un ser humano, incluso en un buen amigo, puede decepcionarte, porque las personas pueden fallar y cometer errores. Ningún ser humano es completamente confiable.
Solo Dios puede ser una Fuente constante de vida para ti. Él nunca te decepcionará.