Rico pero deudor
“Procurando mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz: un solo cuerpo y un solo Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación” (Efesios 4:3, 4).
Todos los escritos de Pablo presentan equilibradamente la relación entre la doctrina y el deber. Los primeros tres capítulos de Efesios tratan sobre la doctrina, ilustrada como las riquezas de Cristo, en tanto que los tres últimos explican nuestro deber con Cristo, bajo la consigna de “andar en”.
La gente suele tratar de ricos a los millonarios o multimillonarios, considerando por lo general sus recursos y sus bienes. Existen también los ricos en afecto, en salud, en amistad y en integridad.
El Dr. Emilio Mira y López define a los “cuatro gigantes del alma” como las emociones básicas que gobiernan la vida y que, a modo de cuatro puntos cardinales, nos orientan y propulsan. Ellos son el gigante negro del miedo, el rojo de la ira, el blanco del amor y el incoloro del deber. Este último es así porque se viste del color del que ejerce primacía, ya sea del miedo, la ira o el amor.
En la visión de Pablo, es el amor lo que produce el cumplimiento del deber. Sin amor, todo es una pesada y vil tarea; con amor, el fiel cumplimiento del deber enaltece y bendice tanto al que lo ofrece como al que lo recibe. Si determinada riqueza te permite tener tal cosa, sería un deber beneficiarse de ello. De qué sirve tener algo y no usarlo o usarlo mal.
Cuanto más conocemos la doctrina, más ricos somos y mejores condiciones tendremos de vivirlas y cumplir el deber. Pero esto no es algo automático; por eso, el mundo está lleno de conocedores y vacío de practicantes.
Pablo dice: Si aceptaron el llamado de Cristo de ser parte de su cuerpo (Efe. 1), entonces cumplan el deber de “andar” como es digno del llamamiento, viviendo la unidad del cuerpo de Cristo (Efe. 4). Si Cristo te resucitó de la muerte en tus pecados (Efe. 2), no sigas envuelto en lienzos mortuorios: despójate y vive con túnicas de pureza (Efe. 4). Si eres rico por estar reconciliado (Efe. 2), no vivas como distanciado. Cumple tu deber de andar en armonía y comunión (Efe. 5). Si Cristo venció a Satanás (Efe. 3), tienes el deber en Cristo de vencerlo también (Efe. 6). “Satanás tiembla y huye delante del alma más débil que busca refugio en el poderoso nombre de Jesús” (Elena de White, El Deseado de todas las gentes, p. 104).
Los “ricos en Cristo” cumplen el “deber de andar como Cristo”.