“Un ejemplo para que sigan sus pasos”
“Para esto los llamó Dios, ya que Cristo sufrió por ustedes, dándoles un ejemplo para que sigan sus pasos” (1 Pedro 2:21, DHH).
En 1554 se publicó en España la novela picaresca El Lazarillo de Tormes. Su autor nos cuenta las vicisitudes de Lázaro, un joven que nació en un molino junto al río Tormes. Cuando Lázaro tenía doce años, su madre lo entregó para que fuera el guía de un ciego mañoso, pícaro, avaro, un perfecto mezquino. A fin de poder sobrevivir, Lazarillo, como lo llamaba el invidente, tuvo que poner en práctica la truhanería del ciego.
Una vez, un vendimiador le dio un racimo de uvas en calidad de limosna. El ciego llamó a Lazarillo y le propuso un trato: “Seré generoso contigo. Cada uno tomará una uva a la vez; pero prométeme que no tomarás más de una uva. Yo haré lo mismo”. La primera vez cumplieron el trato; pero la segunda, el ciego cambió de propósito y comenzó a tomar de dos en dos. ¿Y qué hizo Lazarillo? Siguiendo la maligna influencia del ciego, comenzó a tomar de tres en tres.
Lo interesante de la lectura del Lazarillo de Tormes es que tanto él como el ciego parecen dos personajes del siglo XXI. Y es que, a pesar del paso de los siglos, el ser humano sigue siendo el mismo. La posmodernidad no nos ha traído mejores ejemplos ni tampoco nos ha hecho menos egoístas. Y seguimos siendo proclives a emular lo que vemos en nuestro entorno. Por eso necesitamos el mejor modelo para nuestra conducta, y ese modelo es Cristo.
El apóstol Pedro lo expresó con estas palabras: “Para esto los llamó Dios, ya que Cristo sufrió por ustedes, dándoles un ejemplo para que sigan sus pasos” (1 Ped. 2:21, DHH). La palabra griega traducida como “ejemplo”, hypogrammos, se usaba en el griego clásico para referirse a las líneas trazadas por el maestro a fin de guiar al niño que estaba aprendiendo a escribir. El maestro trazaba las líneas, y luego el estudiante escribía sobre ellas. Precisamente eso fue lo que Cristo hizo: vino al mundo a trazar el ejemplo de vida que nosotros hemos de seguir, las líneas cuyos contornos moldean un carácter conforme al corazón de Dios.
En el ejemplo de Jesús no hay injusticia. Es un ejemplo de responsabilidad, pudor, dominio propio… Dios nos llamó a seguir ese Modelo, no el de los ciegos que encontremos en nuestro camino; ciegos en el aspecto espiritual.