Matutina para Adultos | Jueves 19 de Septiembre de 2024 | Un Dios que recibe la gratitud de sus hijos

Matutina para Adultos | Jueves 19 de Septiembre de 2024 | Un Dios que recibe la gratitud de sus hijos

Un Dios que recibe la gratitud de sus hijos

“Cada uno dé como propuso en su corazón, no con tristeza, ni por necesidad; porque Dios ama al que da con alegría” (2 Corintios 9:7).

Dios es el Rey de reyes, y como tal es digno de honra y alabanza. El salmista David entendió muy bien esto cuando escribió: “Grande es Jehová y digno de ser en gran manera alabado” (Sal. 48:1). La grandeza de un rey se observa en el amor que prodiga a sus súbditos; y se ve también en la lealtad, la gratitud y la alegría que produce a esos súbditos vivir en su reino.

Los reyes reciben tributos y reconocimientos. Quien lleva un presente ante un rey quiere expresar gratitud y amor, y estas cosas están estrechamente ligadas a la alegría. Sería una ofensa presentarse con tristeza, desánimo o indisposición delante de un rey. Sería una ofensa aún mayor ofrecerle un presente con la actitud del que parece decir: “Me duele entregarle esto, pero aquí se lo entrego”.

Dios, como gran Rey que es, reconocido en toda la Tierra e inmenso en gloria, honor, poder, majestad y dominio, espera que sus hijos le ofrendemos con corazones alegres. Esto quiere decir que para Dios es muy importante el motivo y la actitud con los que presentamos nuestras ofrendas delante de él. Está fuera de lugar llevarle una ofrenda a Dios que esté motivada por la necesidad. Tal ofrenda no es digna de un Dios que es autosuficiente y que no necesita de nada ni de nadie. También es incorrecto tributar a Dios debido a la presión o a la influencia que otros ejercen sobre nosotros para que lo hagamos. Nuestro Dios es digno de ser grandemente alabado; basta con que el más sencillo ser humano contemple a Dios para encontrar en su propio corazón las razones por las que debe llevarle lo mejor y lo más grande al Señor. Por eso los tributos a Dios deben originarse en nuestro corazón.

Sobre todo, es incorrecto llevar nuestras ofrendas al Rey de reyes con tristeza. En la presencia del Señor hay plenitud de gozo, y si no experimentamos ese gozo es porque algo nos está faltando o no hemos comprendido bien. Dios es el Dios de la esperanza, del futuro glorioso, de la salvación completa y perfecta, y por lo tanto es digno de que los pueblos y las gentes batan sus manos, levanten su voz y proclamen su grandeza con gran alegría. ¡Dios ama esa alegría que es causada por su presencia y grandeza! Y es tan gentil que la recibe lleno de amor por ese dador alegre.

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