Dios aborrece la maldad
“Tú no eres Dios que se complace en la maldad, el malo no habitará junto a ti” (Salmo 5:4).
Es triste admitirlo, pero hemos aprendido a convivir con la maldad hasta tal punto que hoy en día la aceptamos como lo más natural del mundo. Hemos perdido incluso la capacidad de asombrarnos y de sentir vergüenza o frustración cuando escuchamos hablar de acciones malvadas y horribles que suceden a diario. Si alguien mintió descaradamente, si alguien robó lo que le confiaron, si alguien estafa como método de trabajo, o si a alguien se le ocurrió terminar con la vida de inocentes sin ningún motivo, ya no nos parece extraño, más bien, es lo “normal”. Pero en todo este proceso de degradación en que está inmerso el ser humano, Dios sigue mostrándose como un Dios santo que no da su visto bueno a la maldad ni tiene planes de ajustar sus propósitos para que el malvado alguna vez viva junto a él.
Aun cuando Dios reconoce que en este mundo las cosas no se están haciendo como él desea, dejó muy claro que su plan es que nuestro planeta llegue a ser como el Cielo, donde se cumple perfectamente su voluntad. Él mismo pidió a sus discípulos que oraran para que este ideal se cumpliera pronto (ver Mat. 6:10). Fíjate también que cuando el Señor dirigió algunos elogios a la iglesia de Éfeso, entre ellos mencionó el hecho de que esa iglesia no podía soportar a los malos (ver Apoc. 2:2). Así que, está claro: Dios es infinitamente santo y, por lo tanto, no soporta la maldad.
Esta comprensión del carácter de Dios nos ayuda a conservar la esperanza de que la maldad que aparentemente reina hoy desaparecerá para siempre. La maldad está condenada al fracaso porque el Dios todopoderoso se opone a ella y no se siente a gusto con su existencia. Además, este retrato de Dios debería ayudarnos a entender con cuánta dedicación y seriedad debemos procurar una vida de santidad y obediencia, tomando en cuenta que los malos no habitarán junto a Dios. ¿Estarías tú dispuesto a pagar semejante precio?
Vayas donde vayas hoy, y veas lo que veas a tu alrededor, recuerda que la manera en que el mal campa a sus anchas no durará para siempre. Y aunque hoy parezca normal, el mal es anormal y finalmente será erradicado por el Señor. Pidámosle que nos ayude a rechazarlo en nuestro día a día con todas nuestras fuerzas y a mantenernos alejados de ese peligro.