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«Ten cuidado de ti mismo» (1 Tim. 4:16)
El dueño de una prestigiosa empresa envió un comunicado a todos sus empleados, citándolos a una reunión urgente en el salón de eventos de la compañía. Al ingresar al salón, quedaron sorprendidos al descubrir que había un ataúd en el centro del mismo. Los empleados tomaron asiento y el dueño empezó la reunión con estas palabras: «Los he citado para compartir con ustedes una noticia muy importante. Ha fallecido la persona que impedía tu progreso en esta empresa. Ha pasado al descanso esa persona que no te dejaba progresar y dar tu máximo potencial». Después de las palabras del dueño, uno a uno los empleados pasaron a ver el interior del féretro, solo para descubrir que en la cabecera del ataúd ¡había un espejo!
La lección que este caballero quería enseñar a sus empleados es clara. El mayor obstáculo que se interpone entre tú y tus metas ¡eres tú! Tú eres tu mayor rival, y yo soy mi peor enemigo, no solo para cumplir nuestros objetivos aquí en la tierra sino en la carrera por la vida eterna. Por eso en 1 Timoteo 4:16 Pablo le dice a Timoteo: «Ten cuidado de ti mismo». En el resto del versículo, Pablo señala que el joven Timoteo también
debe cuidar «la doctrina» que enseña y cuidar la iglesia, es decir, «los que te escuchan». Pero para cuidar la enseñanza y a los demás, primero debemos cuidarnos de y a nosotros mismo.
Cuidarnos de nosotros mismos implica comprender que nuestro corazón es lo más engañoso que existe (ver Jer. 17:9). Significa vivir con disciplina y aprender a dominar nuestros impulsos (ver 1 Cor. 9:27) con el objetivo de alcanzar la meta suprema.
Cuidarnos a nosotros mismo implica priorizar nuestra relación con Dios. En los versículos previos, Pablo
indica que Timoteo debe alimentarse regularmente de la Palabra de Dios, dedicarse a la práctica de la piedad, rechazar las fábulas, comprometerse con la lectura de textos edificantes, mantener una conducta ejemplar en términos de amor, pureza y perseverancia.
Hoy, al salir a dar lo mejor de ti, recuerda cuidarte de ti y cuidarte a ti mismo. «Si lo haces así, te salvarás a ti mismo y salvarás también a los que te escuchan» (1 Tim. 4:16).