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«Porque no estamos luchando contra poderes humanos, sino contra malignas fuerzas espirituales del cielo, las cuales tienen mando, autoridad y dominio sobre el mundo de tinieblas que nos rodea» (Efe. 6:12)
Lucas 11:14 relata que, en cierta ocasión, llevaron a Jesús a un enfermo para que fuera sanado. Lucas señala que el demonio era mudo, «y cuando el demonio salió, el mudo comenzó a hablar».
En una oportunidad, mientras viajaba con otro predicador vimos a una persona hablando con un ser imaginario, clara señal de esquizofrenia. La persona que me acompañaba señaló al pobre demente y dio su diagnóstico: «Mire, pastor, ese hombre tiene un demonio».
¿Qué tiene que ver la historia de Lucas 11:14 con mi experiencia? Creo que hay dos extremos peligrosos de los que hay que cuidarse. Existen personas que ven demonios detrás de cada arbusto que se mueve. Atribuyen un dolor de cabeza o el resultado de una mala decisión a la actividad de Satanás y sus demonios. Cuando expresamos este tipo de opinión delante de los demás corremos el riesgo de pasar por ignorantes o fanáticos religiosos. Pero también existe otro extremo igualmente peligroso: creer que todo lo que sucede a nuestro alrededor es el resultado de puros fenómenos naturales.
En el centro está Jesús. Él fue capaz de distinguir cuándo un problema requería una solución natural y cuándo la situación visible era el resultado de una realidad espiritual a menudo invisible. En Lucas 11:14, donde las demás personas vieron un pobre mudo, Jesús vio un demonio. En Juan 9:2, cuando los discípulos teorizaron que el pecado del ciego, o de sus padres, eran la causa de la ceguera, Jesús corrigió el desatino teológico de sus seguidores.
Si hoy le llevas tus problemas a Jesús, ¿qué vería él en ellos? Es muy posible que donde tú veas un trauma, que se soluciona yendo al psicólogo o una enfermedad que se resuelve tomando medicamentos, él vea fuerzas espirituales que requieren la intervención de Dios mismo. O, por otro lado, quizás Jesús te dirá que, además de orar y ayunar para ser mejor estudiante o mejor en tu trabajo, tal vez necesites aplicarte más y poner un poco más de empeño.
Jesús puede darnos el discernimiento que necesitamos para comprender cómo hemos de actuar ante las distintas situaciones que nos rodean. Vayamos a él y obtendremos soluciones concretas para nuestros problemas.