Matutina para Jóvenes | Martes 05 de Diciembre de 2023 | Himno 181

Himno 181

Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación. Efesios 4:4.

Hay momentos en los que un himno une de tal manera a una iglesia que te sientes verdaderamente como un único organismo en el Espíritu. Recuerdo mi graduación en Teología. Al final de la ceremonia se cantó “Una esperanza”, de Wayne Hooper, y realmente me emocioné porque todo lo que había estudiado y aprendido tenía por objeto transmitir ese concepto. Recuerdo el mismo himno cantado en multitud de lenguas en un congreso en San Antonio, en Texas. Miles de voces se aunaban para proclamar lo que verdaderamente los unía: la esperanza en la venida de Cristo. Fueron unos minutos de anticipo, de visualización de lo que experimentaremos en breve. Me sentí así en mi última graduación en la Universidad Adventista del Plata, cuando estudiantes y profesores lo entonaban con certeza. Habían pasado más de treinta años desde aquella primera vez y me volvió a parecer inspirador. Hay quien ha dicho que es el himno que mejor define el adventismo. Solo sé que a mí me emociona como pocos y que fortalece mi cosmovisión. Supongo que a ti también. Por eso, te propongo que nuestra reflexión hoy sea acompañada de música. Canta conmigo y medita cada palabra:

Una esperanza arde en nuestro ser,la del retorno del Señor.

Esta es la fe que solo Cristo da,fe en la promesa del Señor.

Muy cercano el tiempo está cuando la humanidad jubilosa cantará:

¡Aleluya! ¡Cristo es Rey!

Una esperanza arde en nuestro ser, la del retorno del Señor.

Cristo nos une, él es nuestro Rey; Cristo nos une en su amor.

Amor por los que en este mundo están y necesitan a Jesús.

Pronto el cielo se abrirá y Jesús descenderá, todo el mundo cantará:

¡Aleluya! ¡Cristo es Rey! Una esperanza y una misma fe nos une a todos en su amor.

Estamos más cerca de este momento que nunca antes, y precisamos que esas sensaciones de ser un solo cuerpo y un solo Espíritu sean cada vez más frecuentes. Necesitamos comprender que nuestra fe es demasiado preciosa como para ocultarla entre disputas y diferencias. Necesitamos interiorizar que, sin perder nuestras identidades, somos uno en Cristo. Uno en confianza. Uno en cariño. Uno en fidelidad. Porque Cristo nos da la fe, nos da el amor y nos recuerda que siempre cumple sus promesas.

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