
Si hubiese vivido en aquel tiempo…
“Ustedes dicen: ‘Si hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros antepasados, no hubiéramos sido sus cómplices en el asesinato de los profetas’ ” (Mat. 23:30)
¿Alguna vez has tenido la oportunidad de visitar un museo de historia de la humanidad? Nunca olvidaré la primera vez que presencié los artefactos de tortura que se utilizaban en los “interrogatorios” medievales. “¡Qué barbaridad!”, pensé cuando escuché las crueldades a las que eran sometidos los acusados y las condiciones infrahumanas en las que se cumplían las condenas en la Europa medieval. Al finalizar el recorrido quedé convencido de que: “Si yo hubiese vivido en esos tiempos, de seguro hubiera protestado y abogado por los derechos humanos”. ¿Verdad?
Mi reacción ante las atrocidades del pasado constituye la esencia de lo que se denomina presentismo, que no es más que la “proyección de los valores del presente en el pasado”. Esta forma de pensar se ha vuelto muy común en nuestro tiempo, principalmente porque produce una falsa sensación de superioridad moral y de virtud. Lamentablemente, el presentismo suele ignorar el contexto histórico de los acontecimientos que pretende juzgar y a la vez impide ver los males del presente que a menudo toleramos porque son “normales” para nosotros.
Ahora bien, el presentismo no solo aplica para la historia, sino también existe en el ámbito espiritual. Al leer en la Biblia sobre los pecados y errores de los grandes héroes de la fe, o del pueblo de Dios en sentido general, me resulta muy fácil juzgar la falta de fe de Abraham, las murmuraciones de los israelitas durante su peregrinaje por el desierto o las negaciones de Pedro. En más de una oportunidad yo mismo me he expresado como los fariseos del tiempo de Jesús: “Si yo hubiese visto el mar Rojo abrirse en dos y el maná caer del cielo no hubiese murmurado. Yo sí hubiese creído” (Jorge Luis 3:16). Pero mientras digo esto, al mismo tiempo paso por alto mi falta de fe a pesar de conocer las historias bíblicas.
La mejor forma de combatir el presentismo espiritual consiste en mantener una actitud equilibrada y recordar que cada generación de hijos de Dios ha tenido sus desafíos. Al mismo tiempo, hemos de recordar que los errores del pasado “todo lo que se escribió en el pasado se escribió para enseñarnos, a fin de que alentados por las Escrituras, perseveremos en mantener nuestra esperanza” (Rom. 15:4, NVI).