Matutina para Jóvenes | Miércoles 28 de Febrero de 2024 | Un agente neutralizante

Un agente neutralizante

«De un mismo manantial no puede brotar a la vez agua dulce y agua amarga» (Santiago 3: 11).

En un sector residencial de cierta ciudad había una mansión que llevaba mucho tiempo deshabitada. Un joven que llegó a ese vecindario se enteró de que en esa casa había un olor muy desagradable cuyo origen nadie conocía. Entonces pidió permiso al dueño de la casa para investigar la causa.

Cuando obtuvo el permiso, recorrió todas las habitaciones de la casa sin encontrar nada anormal. Pero cuando bajó al sótano, se dio cuenta de que el olor era cada vez más fuerte en una esquina. Rompió el piso en ese lugar y allí descubrió agua estancada que desprendía un olor insoportable. ¿Qué había sucedido? La pared de un viejo pozo de aguas negras que todos habían olvidado se había agrietado y el agua maloliente se filtraba hacia ese rincón, y desde allí el hedor contaminaba el resto de la casa.

¿Qué lecciones podemos aprender de esta historia? Si reflexionas con cuidado, encontrarás varias. En algunos casos, la causa de que un joven o una chica no encuentre contentamiento, paz ni felicidad en su vida, se debe a que ha olvidado en algún rincón de su conciencia algún viejo pozo con aguas contaminadas por el pecado. Algún vicio, alguna mentira, la falta de voluntad para estudiar o trabajar, el resentimiento contra alguien, o la indiferencia hacia la iglesia pueden estar esparciendo el desagradable olor de la tristeza, la amargura, las actitudes agresivas o el sentimiento de culpa.

Monseñor Fulton J. Sheen, arzobispo católico, dijo: «El mayor mal que aqueja al mundo no es el pecado, sino el hecho de que el hombre no se considera a sí mismo como pecador» . Reconocer nuestras faltas es un paso indispensable hacia el perdón y la restauración.

Pide hoy a Dios con fe: «¡Lávame de mi maldad! ¡Límpiame de mi pecado!» (Salmo 51: 2). Y tu Padre celestial te responderá: «Vengan, vamos a discutir este asunto. Aunque sus pecados sean como el rojo más vivo, yo los dejaré blancos como la nieve; aunque sean como tela teñida de púrpura, yo los dejaré blancos como la lana» (Isaías 1: 18).

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