Matutina para Jóvenes | Viernes 12 de Abril de 2024 | El cristiano no falta a su palabra

El cristiano no falta a su palabra

«Señor, ¿quién puede residir en tu santuario?, ¿quién puede habitar en tu santo monte? […] el que cumple sus promesas aunque le vaya mal» (Salmo 15: 1, 4).

El progreso del peregrino es una de las obras clásicas más importantes de la literatura universal. John Bunyan, su autor, pasó doce años en la cárcel de Bedford por predicar lo que creía. Cuando se le ofreció la libertad con la condición de que dejara de predicar, contestó: «Si me dejan salir libre hoy, predicaré mañana».

El carcelero se dio cuenta de que podía confiar en Bunyan, e hizo posible que este pasara algún tiempo fuera de la prisión. Bunyan podría fácilmente haberse aprovechado de este arreglo para huir, pero no lo hizo.

En cierta ocasión los enemigos de Bunyan sospecharon que su carcelero le estaba cediendo privilegios especiales. Con la esperanza de perjudicar al director de la prisión y terminar con la poca libertad que tenía el preso, avisaron al rey y le aconsejaron que enviara a un funcionario a la cárcel a medianoche para comprobar si Bunyan se encontraba en ella. Bunyan estaba en casa, pero a medianoche sintió la irresistible impresión de que debía regresar a la cárcel inmediatamente. Así lo hizo. Cuando llegó a la puerta, el carcelero le aseguró que no había necesidad de que regresara esa noche. Pero Bunyan insistió en que lo llevara a su celda.

Minutos después llegó el funcionario enviado por el rey y preguntó al carcelero:

—¿Están aquí todos los presos?

—Sí, señor —replicó el carcelero.

Pero para ser más específico, preguntó:

—¿Está el señor Bunyan en su celda?

—Sí, señor —dijo de nuevo el carcelero.

—Entonces, déjeme verlo —ordenó el funcionario.

Trajeron a Bunyan, el funcionario quedó satisfecho y se fue.

Aunque algunos podrían poner en tela de juicio la «legalidad» de las salidas de Bunyan, y tal vez tuvieran razón; con todo, permanece el hecho de que, aunque el preso podría haber huido muchas veces, nunca lo hizo, porque había prometido no hacerlo.

Santiago aconsejó a los creyentes: «Cuando digan “sí”, que sea sí; y cuando digan “no”, que sea no, para que Dios no los condene» (Santiago 5: 12). Y tú, ¿qué valor das a tu palabra? Que tú fidelidad y compromiso sean tales que glorifiques el nombre de Dios en cualquier lugar y circunstancia.

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