Matutina para Jóvenes, Viernes 9 de Julio de 2021

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El hombre de la mano paralizada

“En otra ocasión entró en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano paralizada” (Mar. 3:1, NVI).

Un sábado de mañana pasamos varias horas con un coro en una iglesia rural, al lado de una gran plantación de trigo. Mientras esperábamos para pasar a cantar, nos entretuvimos juntando espigas y restregando los granos en las manos. Entre todos recordamos el incidente narrado en la Biblia, de aquel sábado cuando Jesús pasó con sus discípulos por un sembrado y se alimentaron de él.

“Al apartarse los judíos de Dios, y fracasar en apropiarse de la justicia de Cristo por fe, el sábado perdió su significado para ellos. […] En los días de Cristo el sábado había quedado tan pervertido, que su observancia reflejaba el carácter de hombres egoístas y arbitrarios, más bien que el carácter del amante Padre celestial. […] Era la obra de Cristo disipar esos falsos conceptos. Aunque los rabinos lo perseguían con hostilidad implacable, ni siquiera aparentaba conformarse a sus requerimientos, sino que seguía adelante, guardando el sábado según la ley de Dios” (El Deseado de todas las gentes, p. 250).

Un sábado de mañana, cuando Jesús entró a la sinagoga, se encontró con un hombre que tenía una mano paralizada. Aun sabiendo que al curarlo lo considerarían transgresor, optó por sanarlo y derribó así los muros del tradicionalismo. Los fariseos estaban dispuestos a dejar sufrir a un hombre, descuidando así un deber, y aliviar a un animal, exaltando una norma creada por ellos mismos.

¿Has tenido una mano paralizada alguna vez? ¿Imaginas lo dificultoso que sería vivir así? ¿Cómo se habrá sentido aquel hombre cuando Jesús, con una simple orden, lo restauró?

¿Cuántas veces olvidamos que, con nuestras acciones o palabras, podemos restaurar situaciones “paralizadas” también?

Dios nos llama a vivir una religión verdadera, no una en que nos exaltemos a nosotros mismos por encima de Dios, sino que lo exalte a él por encima de nosotros y nos lleve a cuidar a nuestro prójimo.

¿Cómo estamos viviendo nuestros sábados? Te invito a leer este capítulo de El Deseado de todas las gentes con oración y humildad.

“Todas las verdades de la Palabra de Dios provenían de él. Esas gemas inestimables habían sido puestas en engastes falsos. […] Dios deseaba que fuesen sacadas de su marco de error y puestas en el de la verdad” (ibíd, p. 254).

Quizás hoy está habilitando tus manos para cumplir esa tarea. Prepárate para hacer lo que es lícito mañana.

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