Matutina para Menores | Viernes 08 de Septiembre de 2023 | La disciplina divina

La disciplina divina

“El Señor se dirigió a mí por segunda vez: ‘¿Qué es lo que ves?’, me preguntó. ‘Veo una olla hirviendo, a punto de derramarse desde el norte’, contesté. Entonces el Señor me dijo: ‘Desde el norte va a derramarse la calamidad sobre todos los habitantes de este país’ ” (Jeremías 1:13, 14).

Los últimos reyes de Judá no aceptaron los mensajes del profeta Jeremías, quien les ordenó que se entregaran cuando Nabucodonosor invadiera Judá. De nada les iba a servir aliarse con Egipto o cualquier nación. Su ruina, más que un triunfo babilónico fue la consecuencia del declive espiritual de la nación.

Aun así, Dios en su misericordia previó que el cautiverio fuera de no más de setenta años. La nación no iba a desaparecer. Dios tenía previsto que los hijos y los nietos de los cautivos, una nueva generación, regresara a su tierra con nueva fe en él, una mejor disposición para servirle y esperar la primera venida de Jesús.

Sin embargo, en ese tiempo se levantaron falsos profetas que aseguraban que el cautiverio solo iba a durar dos años, y la mayoría prefería escucharlos que a Jeremías. También hubo muchos movimientos políticos que intentaban despertar en los ciudadanos un celo nacional con la intención de luchar hasta el último momento por defender la ciudad y el Templo. ¿Pero de qué servía defender el Templo cuando no estaban dispuestos a obedecer?

Dios ejemplificó lo que iba a sucederle a Judá con una olla con agua hirviendo que pronto se iba a derramar. El efecto sería devastador. Nabucodonosor invadió Judá en el 606 a.C., de nuevo en el año 597 y por último en el 588. Sin duda que para las personas fieles fue triste ver la destrucción: “Además quemaron el templo de Dios, derribaron la muralla de Jerusalén, prendieron fuego a sus palacios y destruyeron todo lo que había de valor” (2 Crón. 36:19).

Pero sin importar lo que sucedió, quienes eran fieles en Judá iban a seguir siendo fieles en el cautiverio. No importa dónde estemos; lo que importa es el corazón. Podemos ser fieles a Dios y amarlo en todo lugar.

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