Matutina para Mujeres | Domingo 22 de junio de 2025 | ¿Cuán pequeña te sientes?

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Matutina para Mujeres

«Terminada la batalla, las tropas se retiraron a su campamento, y los ancianos de Israel se preguntaban: ‘¿Por qué permitió el Señor que los filisteos nos derrotaran?’. Después dijeron: ‘Traigamos de Silo el arca del pacto del Señor. Si la llevamos con nosotros a la batalla, nos salvará de nuestros enemigos’ «

(1 Samuel 4:3).

Las personas ponen alrededor de sus cuellos o muñecas amuletos que los acompañan a todos lados, con la convicción de que tienen el poder de protegerlas. Lo práctico de un amuleto es que no hay compromiso alguno sino que únicamente lo portas en el cuerpo y listo. Algunos han confundido la presencia de Dios con un amuleto, tal como lo hicieron los filisteos y el mismo pueblo de Israel.

Israel iba perdiendo la batalla cuando a alguien se le ocurrió una idea: «¿Y si traemos el Arca?» Y la llevaron a la guerra como un amuleto. Cuando los israelitas vieron el Arca en el campamento, gritaron tan fuerte de alegría que la tierra tembló porque estaban seguros que ahora sí ganarían la guerra. La prueba para el pueblo de Israel de que la presencia de Dios no puede ser utilizada para las conveniencias egoístas o presuntuosas fue que perdieron la batalla. Los filisteos sabían que el Dios que estaba en el Arca era el mismo que había herido a Egipto, así que, viendo la oportunidad, se la llevaron con ellos. Pero la estancia del Arca en tierra de los filisteos, en lugar de ser una bendición, se convirtió en una maldición.

En ocasiones, solemos confundir la presencia de Dios acomodándola a nuestra manera y queremos poner las bases para ser bendecidos. La presentación de un bebé donde el anciano o el pastor oran por él y ponen sus manos en su cabeza bendiciéndolo, no es un amuleto. Requiere la participación activa y sistemática de los padres que, comprometidos, instruyan al niño en los caminos del Señor. De otra manera, solo se acarrea maldición. Tampoco significa que una Biblia abierta en Salmos 91 nos va a librar de los ataques del maligno.

En la casa de mi infancia recuerdo una Biblia azul, abierta y acomodada sobre una manta. Nunca supe con qué propósito, pero estuvo abierta tanto tiempo que jamás se pudo volver a cerrar.

No utilicemos a Dios o la religión como un amuleto. Mejor, hagamos de Jesús nuestro amigo y gocémonos en su presencia. Las bendiciones serán derramadas por añadidura.

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