Matutina para Mujeres, Lunes 10 de Mayo de 2021

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Sean cuidadosas de la casa

“Con sabiduría se edifica la casa, con prudencia se afirma y con ciencia se llenan las cámaras de todo bien preciado y agradable” (Prov. 24:3, 4, RVR 95).

Influenciadas por un discurso que parece ser feminista pero que en realidad es otra cosa, muchas mujeres llegan a despreciar o a poner en se­gundo plano el cuidado del hogar. Alguien las ha convencido de que la atención de su propia familia y de los quehaceres domésticos es algo sin valor, que no requiere ninguna preparación intelectual y que no tiene ningu­na relevancia social.

Las mujeres que así piensan no son capaces de ver que la madre es la primera educadora de los hijos, pues es la que forma sembrando valores y buenas costumbres; esto, sin duda, requiere preparación intelectual y tiene gran relevancia social. 

Es la madre la que convierte, con sus cualidades naturales, y también con las que ha sabido desarrollar a lo largo de los años, una casa fría en un hogar donde sus miembros se refugian de la impersonalidad de una sociedad que carece de empatía. Quizá el trabajo del hogar sea poco recompensado y pase desapercibido para muchos día tras día; sin embargo, para Dios es de un valor inmenso.

Fíjate en esta cita del Elena de White: “Todo el trabajo necesario que hagamos, sea lavar los platos, poner la mesa, aten­der a los enfermos, cocinar o lavar, es de importancia moral […]. Las tareas humildes que se nos presentan deben ser hechas por alguien; y los que las cumplen deben sentir que están haciendo un trabajo necesario y hono­rable, y que al cumplir su misión, por humilde que sea, realizan la obra de Dios tan ciertamente como Gabriel cuando era enviado a los profetas. Todos trabajan en su orden y en sus respectivas esferas. La mujer en su hogar, al desempeñar los sencillos deberes de la vida que deben ser realizados, puede y debe manifestar fidelidad, obediencia y amor tan sinceros como los que ma­nifiestan los ángeles en su esfera. La conformidad con la voluntad de Dios hace que sea honorable cualquier trabajo que debe ser hecho” (El hogar cristiano, pp. 18, 19).

Si tu centro de trabajo es el hogar, ten la certeza de que es un encargo sa­grado, que solo puede ser realizado por alguien que se prepara cada día. Esa persona eres tú. Agradece por tu familia, pues es un regalo de Dios. Cooperas con el Señor cuando realizas el trabajo doméstico con diligencia, alegría y responsabilidad.

Hay un mensaje especial para ti:  Matutina para Mujeres | Martes 12 de Septiembre de 2023 | El Señor del viento y las olas
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