Viernes 10 de Febrero de 2023 | Matutina para Mujeres | El pecado del engaño

El pecado del engaño

No engañe ninguno a su prójimo, sino temed a vuestro Dios, porque yo soy Jehová, vuestro Dios. Levítico 25:17, RV95.

Este principio de honestidad fue dado en el contexto de las propiedades de la tierra. Quiero comentar brevemente ese contexto, antes de pasar a analizar el versículo en sí.

Era la voluntad divina que la tierra se cultivara durante seis años y descansara el séptimo, al que se le llamaba año sabático. Toda tierra vendida era recuperada a los cincuenta años; es decir, si alguien se veía obligado a vender su propiedad, esa venta no era a perpetuidad. No importaba cuántas veces fuera vendido un terreno, volvía a su dueño original en el año cincuenta, aunque la propiedad se devaluaba de acuerdo con las cosechas que quedaban antes del año cincuenta, y se descontaban los años sabáticos, es decir los años que la tierra debía descansar. A tal costumbre se le llamaba el año de jubileo.

Revisemos las lecciones de vida de esta costumbre. Quien sembraba, confiaba que en el sexto año la cosecha sería doble y proveería para el año sabático, cuando la tierra descansaría. ¡Dios cuida aun de la naturaleza! El jubileo impedía el enriquecimiento o la pobreza extremos. Si practicáramos ese principio, aprenderíamos que somos solo mayordomos de lo que poseemos. La palabra estrés no existiría en los diccionarios, puesto que cada ser humano, además del descanso semanal, tendría un año de descanso después de seis años de trabajo. No existiría la infertilidad de la tierra. ¡Cuán lejos estamos del ideal divino!

El versículo de hoy es aplicable a las relaciones interpersonales. Es un reproche al engaño, la mentira y la infidelidad. Hoy, cuando al engaño le llaman astucia, la mentira es justificada con la ética situacional y la infidelidad es disminuida a un simple desliz, Dios los llama por su verdadero nombre: engaño. Quienes no respetan a Dios juegan con su misericordia y llegan a los bordes de la infatuación, restando importancia al pecado del engaño. “Jugar con los corazones es un crimen no pequeño a la vista de un Dios santo” (HC, p. 46). Si no respetas los sentimientos ajenos, Dios colocará tu nombre al lado de los criminales. ¡Tan grave es el engaño para Dios! Si has sido engañada, entenderás por qué Dios aborrece tanto esta conducta.

Quien teme a Dios tratará con respeto y admiración a las personas de su entorno. Renueva hoy tu compromiso de honestidad con Dios y con tus seres amados.

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