Matutina para Mujeres | Lunes 2 de junio de 2025 | En las manos de Dios

Matutina para Mujeres | Lunes 2 de junio de 2025 | En las manos de Dios

Escuchar esta entrada:

Matutina para Mujeres

«En tus manos encomiendo mi espíritu;

¡rescátame, Señor, Dios de la verdad!» (Salmos 31:5, DHH).

La frase «en las manos de Dios» es usada con frecuencia para desear que alguna situación en particular marche de la mejor manera. La hemos dicho en un hospital a una madre cuyo hijo yace recostado en una camilla, o a esa amiga que está teniendo problemas en su matrimonio y quizás también alguien nos ha hecho llegar la frase con motivo de aliento para un mal momento; o cuando recién iniciamos un proyecto. En realidad, la hemos usado más veces de lo que hemos llegado a comprender su significado.

¿Te has preguntado qué personaje bíblico, además del salmista, dijo tal frase? ¿En qué situación fue dicha? Cuando la voz se le iba lentamente debido a la posición de su cuerpo, la pérdida de sangre, la deshidratación, la falta de aire y el dolor por la raza humana; cuando sintió que la misma vida se le iba, Jesús pudo decir siete palabras: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu».

Las manos son un símbolo de ayuda, bondad, auxilio y caridad. Con las manos, demostramos apoyo y solidaridad a quien lo necesita, pero mal empleadas pueden causar mucho dolor. Jesús había pasado por muchas manos desde su arresto. Todo el mal infligido sobre su débil cuerpo fue provocado por las manos que, a su vez, eran guiadas por las manos del inmisericorde enemigo de Dios.

Las manos de Dios el Padre fueron un aliciente en el momento más sombrío de la vida de Jesús. En ellas dejó caer toda su pena y su dolor y el Padre, tomándole en sus manos, lo hizo descansar por un momento, para luego levantarlo victorioso.

La buena noticia es que las manos del Padre celestial están abiertas tanto hoy como ayer y están dispuestas a socorrer y dar alivio al corazón que está cargado de pesares. Encomienda en las manos del Padre tu vida y deja que muera el orgullo de querer hacerlo a tu manera; deja que muera la vanidad de no querer recibir ayuda del Cielo y deja que el Padre restaure tu espíritu y te dé vida en abundancia. Dile hoy al Señor:

«¡Ponme a salvo!» Y conviértete en las manos de Dios para alguien que hoy lo necesita. Si Jesús confió su vida en las manos de su Padre, ¿cuánto más tú y yo deberíamos hacerlo?

Deja una respuesta