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«Toda la Escritura es inspirada por Dios y es útil para enseñarnos lo que es verdad y para hacernos ver lo que está mal en nuestra vida» (2 Timoteo 3:16).
Saber leer y escribir es un derecho que hoy gozamos tanto hombres como mujeres, sin embargo no siempre fue así. Alrededor de los siglos XVI y XVII, solo las reinas sabían leer y escribir. Los hombres estudiados se negaban a que las mujeres aprendieran a escribir pues afirmaban que de saber, podría haber graves inconvenientes y ellas se creerían con más autoridad que los hombres. Opinaban que con saber leer era suficiente, pues saber escribir no le era necesario pero sí le podía ser perjudicial. El jesuita Gaspar de Astete opinaba que las mujeres no ganarían para la comida escribiendo ni contando, y que no debían valerse con la pluma como el hombre. Al día de hoy podríamos mencionar una lista interminable de ilustres mujeres que han dejado grandes legados en sus escritos a la humanidad.
Hoy se celebra el Día de la Alfabetización, que tiene como propósito que los gobiernos, las sociedades civiles y otras partes interesadas promuevan que las personas aprendan a leer y escribir sin distinción de género.
Una de las maneras en que nosotras podemos ser parte de estos esfuerzos es buscando a una persona que no sepa leer o escribir para convertirnos en su maestra. Todavía existen mujeres iletradas a quienes podríamos llegar con un mensaje de esperanza y brindar el curso de alfabetización con la Palabra de Dios. La Biblia es un gran instrumento para llevar a cabo esta obra.
Según datos de la UNESCO, hasta 2016 había 758 millones de adultos sin alfabetización, de los cuales dos tercios son mujeres. Dadas estas cifras, podemos afirmar que cerca de nosotras hay una mujer a la cual podemos ayudar. El texto de hoy afirma que la Escritura es útil para enseñar y, aunque se refiere a los asuntos espirituales, se ha comprobado que muchas personas han aprendido a leer a través de ella. Pon manos a la obra y ve en busca de tu alumna, abre sus ojos a la alfabetización y a la luz de la verdad de Cristo. Que ella pueda conocer la verdad por sí misma y no estar más atada a la ignorancia y a las tinieblas. Esta es una manera práctica de evangelizar.

