Un caminar diario a solas con Jesús
“Camina por la humildad para llegar a la eternidad. Dios es la patria adonde vamos; Cristo, el camino por donde vamos”. Agustín de Hipona
De niña y adolescente, yo vivía en una ciudad del norte de España, pero los fines de semana teníamos la costumbre de pasarlos en el pueblo. Allí estaba siempre con mi primo Roberto y mi prima Begoña, con quienes pasaba horas, siempre activos. Jugábamos a la pelota, a las canicas, íbamos a la piscina, montábamos en bicicleta… En todo ese tiempo juntos, apenas hablábamos. Cuando nos conocíamos de verdad era cuando teníamos que ir a pie a algún sitio, que estaba entre unos 3 y 6 kilómetros de distancia de la casa de nuestros abuelos. En ese ir caminando los tres juntos, sin distracciones, hablábamos. Así supe qué les ocurría en la semana, qué pensaban o qué sentían. Para que llegáramos a conocernos bien fue necesario ese tiempo juntos conversando.
En la Biblia se narra el caso de dos discípulos que recorrían un camino de unos 11 kilómetros desde la ciudad, Jerusalén, hasta su pueblo: Emaús. Había habido mucha actividad durante la celebración festiva a la que habían asistido, y ahora conectaban en el uno con el otro hablando del trágico suceso de la muerte de Jesús. Fue ahí cuando Jesús les salió al encuentro en el camino. Durante el tiempo que les llevó recorrer aquel tramo, les explicó todos los pasajes de las Escrituras que aludían a él (esto no se logra en cinco minutos). Les abrió los ojos al verdadero significado de la fe. Llegaron a conocerlo de verdad, y a reconocerlo en sus palabras. Hizo falta ese camino de silencio y soledad, sin distracciones, con la atención puesta plenamente en la palabra del Señor, para llegar a la esperanza, el conocimiento del plan de salvación y la verdadera conversión.
Eso es caminar con Cristo: buscarlo con humildad, pasar tiempo con él sin prisas ni distracciones, estudiar la Biblia con la ayuda de su Santo Espíritu, hablar con él, confiar en él y en el llamado individual que nos hace. En cada una de las 365 jornadas que te depara el próximo año, recuerda apartar un tiempo para estar, sin distracciones, a solas con Jesús.
Es necesario que hagas tiempo y espacio diariamente para caminar a solas con Jesús, si es que quieres ser una mujer virtuosa: valiosa, influyente, reflexiva, transformada, única, ocupada, sabia y auténtica. Auténticamente discípula. Auténticamente cristiana. Auténticamente luz del mundo y sal de la tierra.
“Jesús le contestó: ‘Yo soy el camino, la verdad y la vida. Solamente por mí se puede llegar al Padre’ ” (Juan 14:6).